Las autopistas unen ciudades pero separan a los pueblos.
Como decía Nietzsche, los mejores pensamientos son los pensamientos caminados, y en el último viaje que hice por carretera entre La Coruña y Madrid, tuve la oportunidad de comprobarlo. Aunque no pretendo negar el progreso, recuerdo con nostalgia la época en que este viaje era tanto o más una excursión que un desplazamiento.
Hace 25 años recorrí por vez primera los 600 km que separan La Coruña y Madrid, a bordo de un incansable Seat 600, en compañia de 3 amigos, y nuestro objetivo era el histórico concierto que daba Police en el estadio del Rayo Vallecano en Madrid, si no me falla la memoria. En aquella época no había autovía, y salir de Galicia era una odisea; la subida a Piedrafita era un caracoleo contínuo de curvas cerradas montaña arriba y montaña abajo, y la peligrosidad la acentuaban los camiones cargados de pescado fresco, que entonces no eran frigoríficos, y tenían que estar en Madrid a una hora prefijada; iban dejando delante de tí un reguero de agua proveniente del hielo que se iba derritiendo, y si te acercabas mucho, te lavaban gratis el coche.
Como nuestro vehículo y el peso que llevábamos no eran los más aptos para adelantamientos en montaña, íbamos con camiones por delante y por detrás cual sardinas apretujadas y rogando que no hubiera que hacer «el entierro de la sardina» como en Carnaval. Por suerte habíamos salido temprano en la mañana de La Coruña, porque las horas pasaban, y aún no habíamos salido de Galicia; al alcanzar la cima del puerto de Piedrafita nos dio ganas de colocar una bandera al estilo de los montañeros al hacer cima; a partir de ese momento ya todo era más fácil, llegaban las llanuras de León y Castilla, y cuando finalmente llegamos a Adanero, a 110 Km de Madrid, como nuestro querido 600 no daba más de 80 Km/h, pensamos que no valía la pena tomar la autopista de peaje, y nos pusimos a subir renqueantes el puerto de Guadarrama; después de 500 km, el coche estaba agotado y sediento como nosotros, y cada poco rato teníamos que parar a echarle agua; cuando alcanzamos el puerto, la noche estaba ya cayendo sobre Madrid, y tuvimos que lanzarnos tumba abierta montaña abajo para poder llegar a tiempo al concierto; creo recordar que nos llevó 12 horas el recorrido, entre otras cosas porque hacíamos las paradas de rigor de la época: para tomar un café en Becerreá, antes de acometer la heroica subida a Piedrafita, a consumir unas mantecadas en Astorga, y, como no, a comprar una barrica de vino de Rueda para los amigos que nos iban a acoger en Madrid.
Os cuento todo esto, porque ahora que hemos entrado en el s. XXI, y que los 600 km se pueden hacer en 5 horas sin correr demasiado, he observado que también se han perdido esas paradas «técnicas» que hacían el viaje más largo pero más ameno y entretenido. La gente comenta en los bares «yo ya he hecho Madrid-La Coruña en 4 horas», y yo me pregunto, ¿Y qué?, ¿que ganamos, aparte de muchas rifas en la lotería de la vida y la muerte, yendo a esa velocidad?. Con este diario quiero recordar lo que nos perdemos cuando «volamos por carretera», esos lugares que vale la pena visitar:
Betanzos, a sólo 25 Km de La Coruña, es una visita obligada por ser uno de los conjuntos histórico-artísticos de mayor valor y belleza de Galicia. Fue la séptima capital de Galicia, y la puerta de las mariñas coruñesas; su río, el Mandeo, sirve para la famosa «jira de los caneiros», típica romería gallega de alta concentración etílica. También es muy conocida la fiesta del lanzamiento del gigantesco globo de papel, que sirve como excusa para una noche de farra interminable.
Lugo, ciudad romana por excelencia, indisolublemente unida tanto a sus murallas milenarias, declaradas Patrimonio de la Humanidad como a su excelente gastronomía; su slogan «Para comer, Lugo» lo dice todo. La ciudad se presenta como un magnífico ejemplo de urbe media, donde es posible emprender largos paseos por el parque Rosalía de Castro, por encima de su muralla o por el casco antiguo, parcialmente limitado a zona peatonal, sin olvidar una visita a su museo, a su catedral y a los restos arqueológicos de las proximidades.
Villafranca del Bierzo es uno de esos pueblos que permanecen fieles a sus orígenes. Pasear por la villa del Burbia, admirando sus monumentos y sus calles, como la del Agua, es la mejor forma posible de conocer los secretos de una población que vive volcada en el Camino de Santiago. Está catalogada como conjunto histórico-artístico, desde 1965.
Ponferrada es la capital de la comarca leonesa del Bierzo. Aunque sus orígenes se remontan al asentamiento romano que existía donde actualmente se ubica el Castillo de los Templarios, la importancia de la ciudad está relacionada con el Camino de Santiago.
Astorga es un auténtico cruce de caminos. Por sus tierras cruzaban hasta ocho itinerarios de las vías romanas. El Camino de Santiago y la Ruta de la Plata hacen de esta localidad un punto de encuentro.La ciudad conserva un legado romano de primer orden. Entre los atractivos de Astorga no se puede olvidar la gastronomía, con el cocido maragato como plato abanderado, y las ricas y tradicionales mantecadas.
Benavente es centro de comunicaciones y lugar de partida para numerosas excursiones, como las lagunas de Villafáfila, el monasterio de Moreruela (siglo XII), el valle de Vidriales (con numerosos restos arqueológicos celtas y romanos) y el valle de Tera (donde se pueden encontrar iglesias románicas, como la de Santa Marta de Tera, del siglo XI).
Tordesillas ha sido encrucijada de caminos desde el s.XVI y sigue estando en el nudo de comunicaciones por carretera de Castilla y León y del norte de la Península. De ahí que su conocida fiesta invernal de Pingüinos tenga una multitudinaria afluencia de moteros. Es la villa histórica de Juana La Loca y del palacio-monasterio de Las Claras, joya del patrimonio nacional.
Rueda; su nombre ha estado ligado desde siempre a sus extensos viñedos, que abarcan las localidades de La Seca y Serrada. La Denominación de Origen Rueda es la más antigua de Castilla y León (desde 1977); es además un lugar muy visitado por sus monumentos barrocos.
Medina del Campo, villa histórica, es célebre por el castillo de La Mota y por ser sede de las ferias más famosas del siglo XVI, donde se acuñó la primera letra de cambio europea. Su mercado de ganado ovino, recuerdo de su importancia durante la Mesta, tiene carácter nacional, y era causa de eternos atascos cuando la N-VI pasaba por la villa en vez de circunvalarla como hace ahora.
San Lorenzo del Escorial. Hablar de San Lorenzo del Escorial es hablar de su monasterio, declarado por la UNESCO como de Interés Mundial. Es uno de los principales destinos turísticos de Madrid tanto por su riqueza monumental, como por su entorno serrano con bosques y jardines. A sólo 50 Km. de la capital, es como una bocanada de aire fresco, y ver su salida en la autopista es como la campana de última vuelta en atletismo, sabemos que con un esfuerzo más estamos en la muy noble Villa de Madrid.
Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Más que eso, es acomodar el espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo, dijo , y yo te animo a que conviertas tu próximo viaje en una experiencia vital.
¡¡Hasta Pronto !!
Desde Madrid, España
Fotos e información extraídas de geoPlaneta.com
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