De Copacabana a La Paz
Bolivia es un país superlativo, para lo bueno y lo malo. He decidido dejar pasar 2 semanas desde mi llegada al país para poder escribir con una visión más global, ya que en este tiempo las sensaciones han sido tan intensas que me ha costado digerirlas
He oído el silencio en la Isla del Sol, me he aturdido con el barullo de La Paz, he visitado las ruinas de una cultura anterior a los incas, he caminado junto a miles de orquídeas salvajes, he estado cerca de caer por un precipicio en la considerada carretera más peligrosa del mundo, de La Paz a Coroico.
En la carretera de Cochabamba a Santa Cruz, de las más transitadas del país, las lluvias se llevaron hace 2 meses un puente, y la única solución a día de hoy para los miles de coches, camiones y personas es cruzar el río en piraguas o plataformas flotantes.
Para llegar a las misiones jesuíticas hay que recorrer cientos de kilómetros por una pista de tierra roja cuando no llueve y de barro cuando sí, entre pantanales y vegetación de un verde esmeralda único; al menos tuve la suerte de que hace un mes han puesto el primer servicio de bus con aire acondicionado, que en clima tropical no es un lujo, más bien una necesidad.
A sólo 3 horas de Puno, si los aduaneros están con ganas de trabajar, o 4 si es Domingo y hay un sólo policia de servicio en la aduana peruana, está Copacabana, la de Bolivia, muy diferente a la brasileña, pero la distancia entre los 2 países es mucho mayor, ya que la renta per cápita es menos de la mitad de Perú, y 4 veces menos que Chile, con un reparto todavía más desequilibrado que en estos países, ya que más del 60% de los bolivianos son pobres de solemnidad, con un dólar al día para sobrevivir.
La situación social es explosiva, en febrero de 2003 murieron 33 personas en enfrentamientos entre civiles y el ejército, en un incidente del que todavía no se han depurado responsabilidades un año después.
El 17 de octubre de 2003 el presidente «gringo» Sánchez de Lozada escapó del país cuando un paro cívico en El Alto, población aledaña a La Paz, sitió la sede de Gobierno; el Ejército volvió a intervenir causando al menos 70 muertos.
El nuevo presidente, Carlos Mesa, prometió darles cuotas de poder a los indígenas y campesinos, pero en una sociedad tan clasista y desequilibrada como la boliviana esto no es fácil, las clases bajas se han dado cuenta de su poder «de facto», y líderes como el cocalero Evo Morales se perfilan como interlocutores muy poderosos para el futuro político del país.
En lugares como Copacabana esta tensión no existe, es un pequeño y apacible pueblo en las orillas del lago Titicaca, que el día de mi llegada, domingo, estaba de pic-nic en las playas a las orillas del lago, con un agua demasiado fría para bañarse, excepto los que tenían que despertar la mona que llevaban, que no eran pocos.
Los autos engalanados con flores, que al principio pensé eran por bodas, iban a ser bendecidos por el cura de la iglesia del pueblo. Tuve la suerte de que el hostal de Hostelling International estaba al borde del lago, y por sólo 3 euros tenía una habitación con unas vistas extraordinarias.
Al día siguiente me fui a visitar la Isla del sol, con un sol espléndido para no desmerecer su nombre y varias capas de bloqueador solar, ya que la atmósfera es tan pura a 4.000 metros que parece que puedas estirar la mano y girar el sol para apagarlo y descansar un rato de la radiación.
La isla tiene poca vegetación por la altitud, salvo los resistentes eucaliptus que tanto odio, aunque su belleza no necesita árboles, porque sus playas de color verde turquesa, sus ruinas incas, muchas de ellas sumergidas como descubrieron investigadores como Jacques Cousteau que estuvo en los 70 buceando por aquí, la historia se explica en un pequeño museo al norte de la isla, y el recortado perfil hacen de su recorrido un placer de los sentidos.
El camino de norte a sur lleva unas 3 horas de continuo sube y baja sin sombra, pero la recompensa es una quietud absoluta si no hace viento y los pájaros están con la «pájara» por el calor.
Cuando escucho el silencio me doy cuenta de que es un privilegio cada vez más difícil en este ruidoso mundo. Al final del camino, antes de emprender la bajada al puerto del Sur, hay unos bares donde se puede tomar pescado del lago con una vista extraordinaria sobre la sinuosa costa de la isla.
Lleva unas 3 horas llegar en barco desde Copacabana. Mucha gente se queda a dormir en la isla, y van por la noche a las ruinas porque dicen que están cargadas de energía positiva; yo desde luego me sentía flotar por los caminos y en paz y armonía con el universo.
Quizás por eso la llegada a La Paz me dejó descolocado, porque aunque sólo tiene 700.000 habitantes, el Alto, la única expansión posible porque ya no se pueden trepar más los riscos para colgar casas, tiene un millón de habitantes que parece que bajan a vender a La Paz todos los días.
La calle de mi hostal, la Illampu, se llena todos los días a partir de las 7 am de indígenas sentadas ordenadamente ocupando la acera y vendiendo de todo; los peatones tienen que saltar a la calle, y sortear los miles de vehículos que van en todos los sentidos. 12 horas después, muchas siguen allí.
A mi pregunta de cómo harían sus necesidades, respondió sin palabras una señora que se puso sobre una alcantarilla y directamente orinó sobre ella; sus largas faldas de varias capas hacían discreta la operación, pero el ojo avizor del vagamundos está siempre a la caza.
Para ver la panóramica Olympus de La Paz desde El Alto, haz click aquí.
La Paz es también una de las ciudades más difíciles de fotografiar en plano corto; el panorámico es maravilloso desde el Alto, pero en corta distancia no suele haber enfoque ni para un gran angular por la estrechez de sus calles y sus abigarradas plazas, y los millones de cables que van por los aires hace todavía más difícil la foto.
Pero a pesar de todo esto La Paz engancha, pensaba estar 2 días y sin darme cuenta estuve 8 preguntándome qué había hecho en esos días. Sencillamente vagar, entrar en las corralas antiguas coloniales, visitar el maravilloso mercado de Alasita, desde enero hasta carnavales, y perderme entre la marea humana de vendedores que en 5 minutos me ofrecían arreglarme los problemas de sordera, gastritis, estreñimiento, impotencia, etcétera. Como no padezco ninguno de esos males sencillamente esbozaba una sonrisa y negaba con la cabeza.
El mercado de Alasita es una tradición que se remonta a tiempo inmemoriales y mezcla elementos religiosos, paganos, supersticiones y una buena dosis de ilusión, porque la gente compra en miniaturas todo tipo de productos, casa, coches, pasaportes, títulos, para que el dios Ekeko o de la abundancia les conceda el bien en tamaño real, una vez bendecido por un brujo aymara o un cura católico, de ahí el sincretismo de Alasita.
Cientos de puestos se apelotonan en el mercado, que antes duraba hasta el 24 de enero, la fecha límite para la bendición, pero ahora se alarga hasta el comienzo del carnaval.
La Paz es el único lugar del mundo, creo, donde se puede hacer una visita turística a su cárcel, y los guías son los propios reclusos; ahora mismo hay una huelga de hambre reclamando mejores condiciones y están suspendidas las visitas.
En La Paz hay también un mercado especializado de hechiceros, legal, y otro de mercancías robadas, ilegal pero consentido. En El Alto también he visto a la venta todo tipo de animales exóticos que no me cabe duda eran ilegales, o como le dice aquí eufemísticamente, «informales».
A sólo 50 km. de La Paz está Tiahunaco, Tiwanaku o Tihuanaco, que de todas maneras se llama, los restos de una civilización muy anterior a los incas, y de la cual los incas tomaron muchos elementos, como la cruz andina que tanto me gusta.
Se calcula que su cultura comenzó hace unos 3.000 años, pero en mi visita con guía, ya que me interesaba mucho su historia, lo único que aprendí es que se sabe muy poco sobre ella; sólo se han excavado un 5% de las ruinas, y a mis preguntas sobre el por qué, la respuesta de los bolivianos es tajante; al gobierno no le interesa la cultura ni la historia del país.
El turismo tampoco parece una prioridad, ya que encontrar una oficina de información es labor detectivesca.
Supongo que piensan que tienen otros problemas más graves y acuciantes, pero su miopía es grande porque las posibilidades turísticas de Bolivia son al menos iguales a las de Perú, y hoy por hoy el bajo profesionalismo en el sector turístico perjudica más que beneficia al país.
He visto (más bien oído mientras estaba conectado a Internet) en agencias de turismo ofrecer sueldos cero a gente joven con varios idiomas, con la excusa de que eran «practicantes» y la promesa de que si vendían muchos tours alguna comisión les darían.
La información sobre Tiwanaku en Internet tampoco es muy amplia, pero una detallada búsqueda me ha permitido encontrar enlaces de Tiwanaku archeo y De Tiwanaku .
Muchas preguntas están en el aire sobre esta civilización, y espero algún día saber más sobre ella.
Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2004 de 6 meses por Peru, Bolivia, Argentina, Uruguay, Brasil, y Venezuela, haz clic aquí.
¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde Santa Cruz, Bolivia, 10 de febrero de 2004
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