Curitiba-Paranaguá. Tren por la Jungla
La razón principal de mi visita a Curitiba era tomar el tren expreso de Sierra Verde, que baja desde los 900 metros de altitud de Curitiba hasta el puerto fluvial de Paranaguá, a través de la mata atlántica, de la que sólo queda el 7% original, en un recorrido espeluznante y a veces «acongojante» por cañones de montaña, desfiladeros, y una jungla tan espesa que parece te va a engullir, en total 13 túneles y 67 puentes que atravesar en un lento recorrido de 4 horas y media para cubrir 110 km, a una vertiginosa velocidad media de 25 km/h, pero nadie toma este tren para correr.
Al bajar del autobús de Sao Paulo en el amanecer de Curitiba, me he encontrado con una ciudad que no parece brasileña por varias razones; la primera el clima, muy suave por la altitud, y consecuentemente la gente, sobre todo las mujeres, van más vestidas que en el resto del país.
La segunda es que la población es mayoritariamente blanca; hace 50 años Curitiba tenía 150.000 habitantes, y hoy ha multiplicado por 10 esa cifra; grandes migraciones de alemanes, italianos, polacos, japoneses, y ucranianos (menuda mezcla), han cambiado el carácter de la ciudad, y para bien.
A Curitiba se le llama la Capital Social, porque es la ciudad de Brasil con más calidad de vida y programas sociales de desarrollo. Por ejemplo, el programa Digitando el Futuro ofrece acceso Internet gratuito a ciudadanos y turistas, y la web de Curitiba es muy completa. Lo más visible es que en Curitiba no hay el caos de tráfico de la mayoría de las ciudades brasileñas, la razón es que el transporte público es barato, y uno de los mejores del mundo.
Con carriles exclusivos, larguísimos autobuses de doble fuelle recorren la ciudad, y el embarque y desembarque es muy rápido, porque el control de pasajeros se hacen en las paradas, que son unos tubos de cristal redondos. Los parques de Curitiba son una maravilla, y en pleno centro hay uno gratuito con una colección de loros, papagayos, aves y otros animales de la fauna brasileña extraordinaria.
Pero volvamos al tren Sierra Verde Express. Salen todos los días 2 trenes, el normal y el turístico, el primero a las 8 de la mañana, y el segundo a las 9; además del precio, la principal diferencia es que el turístico va con aire acondicionado y servicios turísticos.
Como escarmenté con el Tren de las Nubes en Salta, Argentina, hace 2 años, ya que te quieren vender hasta «la foto de la mujer del primo del revisor del tren que un día se colgó de un puente», y normalmente prefiero estar con los locales, tomé el tren normal, que va lleno de familias brasileñas alegres por su aventura, y grupos escolares muy ruidosos, que bromeaban chillando de miedo cuando cruzábamos un túnel o nos asomábmos a un precipicio.
La primera hora de recorrido va entre bosques, pero enseguida empieza a serpentear rodeando colinas, y la vía se estrecha, dejando muy poco espacio libre, tan poco, que a veces la vegetación golpea las ventanas.
Es agradable saber que algunos (pocos) recorridos en tren sobreviven al tiempo y resisten al avance de otros medios de transporte, ya que si bien no es el más rápido, sin duda es el que mejor te permite conocer la vida y las gentes de un país; parece además que en Brasil resiste para el transporte de mercaderías, ya que nos cruzamos continuamente con convoyes de vagones cargados con todo tipo de mercancías.
La segunda hora nos va preparando para el espectáculo de la naturaleza, ya que empezamos a cruzar un túnel, y al salir de él, a nuestra izquierda se desploma la ladera y se abre una llanura inmensa de mata atlántica, y al otro lado, más montes escarpados. Se puede observar, en la ladera del monte que bordeamos, el tajo que hace la línea ferroviaria, en un descenso continuo que te hace pensar que ojalá que los frenos estén bien. Las nubes y el reflejo del sol, más el verde profundo de la jungla, componen un cuadro impresionista que firmaría el maestro Monet.
Los mejores asientos de Curitiba a Paranaguá son los de la izquierda, porque estás prácticamente colgado en el aire, eso sí, no son recomendables a los que padecen vértigo. En el recorrido se pasa por la cascada del velo de la novia, el pico del Diablo, la garganta del Diablo, la Cruz do Barao, el Santuario de Caseado, y las localidades de Marumbí y Morretes, donde desciende mucha gente, porque es un lugar famoso para caminantes y senderistas.
En el recorrido he observado varios lugares con cruces, no he preguntado por qué, ya que tengo la máxima de no preguntar algo cuando la respuesta seguramente no me va a gustar, y sólo se me ocurre una razón para tantas cruces.
Finalmente llegamos a Paranaguá, un descascarillado y vetusto pueblo al borde del río, que es un importante puerto a pesar de estar a 30 km. del mar. Algunas casas coloniales están restauradas, pero la mayoría muestran la dejadez y el efecto del clima tropical.
Como en el antiguo mercado municipal, que ahora alberga varios restaurantes de quiero y no puedo, porque tienen hasta música en vivo, pero interpretada por un individuo que parece estar tocando una guitarra eléctrica por primera vez en su vida, y del teclado de ritmos no parece saber ni tocar la tecla adecuada; se le podría perdonar si al menos cantara algo, pero canta una canción de Roberto Carlos, que después de su interpretación pasa a llamarse «Un millón de enemigos».
Bajo un calor bochornoso, regreso a la estación de Paranaguá, que aún recubierta de madera y con techos altos, es un horno; al menos el tren no se retrasa, y en cuanto salimos, cae la tormenta tropical que todos esperábamos; cerramos las ventanas para que el tren no se convierta en anfibio, y después de un rato de intensa lluvia, el ambiente refresca y todos respiramos aliviados.
La antigua estación de tren de Curitiba se ha convertido ahora en un moderno centro comercial, pero al menos han conservado un tren antiguo y las taquillas, que han convertido en un museo ferroviario, testigo de los tiempos gloriosos del ferrocarril, con sus diferentes métodos de construcción, iluminación y comunicación.
Durante todo el recorrido, decenas de casas abandonadas a lo largo de la vía, son también testigos del tiempo en que el tren era el medio de vida para muchas familias.
Las fotos de este diario están tomadas de la web del Expreso de Sierra Verde.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Curitiba, Paraná, Brasil, 21 de enero de 2003
Me parecio excelente la explicación. Y me anime a ir a Morretes en ese magnifico tren.
Gracias por compartir su viaje en tren, me hizo rememorar el mismo viaje que realice, cuando era muy joven en 1995, desde Curitubaa Para agua ♥️♥️
Que genial, ahora mi pregunta es ,el tren en esas 4 hs va y vuelve?
Tambien a mi me hizo recordar imagenes medio borradas ya de 30 años atras. Lamentablemente el tren «para locales» hasta Paranagua esta discontinuado. No se cuando lo reinstalan, pero si llega hasta Morretes version mas turistica.