Chiang Mai, la Rosa del Norte
En la época antigua, caravanas de mulas cruzaban desde Yunnan, en el suroeste de China, las montañas del norte de Tailandia en busca del mar para embarcar sus mercancías.
Chiang Mai nació para dar servicio a estas caravanas y fue fundada el 14 de abril de 1296 a las 4 a.m. por el rey Mengrai (me pregunto si tanta precisión es bajo el calendario budista o el horario de Greenwich).
La provincia de Chiang Mai cubre una extensa área de montaña de 130×230 kilómetros, y es hogar de gran parte de las tribus de montaña de Tailandia, muchas de ellas originarias de China, Tibet y Myanmar.
Estuve en Chiang Mai en el año 2000 para caminar durante 5 días por los pueblos de montaña, alojándome en las casas de las familias, sin ver más extranjero que los de nuestro pequeño grupo.
Ahora se ha convertido en un circo, con decenas de grupos visitando los pueblos (reservas habría que llamarlas ahora) todos los días.
En Chiang Mai hay cientos de agencias que te venden la idea de ponerte en contacto con tribus primitivas, pero todos tienen móviles y relojes, y en casa les espera la TV y el DVD, al estilo de los masais en Tanzania o los pieles rojas norteamericanos de las reservas.
En todo caso Chiang Mai tiene mucho más que ofrecer que este circo tribal, así que me he pasado una semana entera poniendo al día vagamundo después de un mes viajando por Laos, donde Internet es caro y lento en casi todas partes.
Aparte del trabajo de subir cientos de fotos y escribir los diarios pendientes, me he regalado unos cuantos masajes, pero no del tipo que pensais los maliciosos, sino de aceite, de pies, de espalda y de cuello, que después de 4 meses arrastrando la mochila y durmiendo cada día en un lugar diferente, más que cuello parecía un acordeón desafinado.
El masaje tailandés tradicional es como una batalla cuerpo a cuerpo. A veces son muy jovenes, casi niñas, pero manejan tu cuerpo a su antojo aunque las dobles en peso.
Te aplican llaves de lucha grecorromana, te golpean con los puños, codos, rodillas, te caminan por la espina dorsal, te crujen la columna y el cuello, te palmotean el cuerpo, te cuelgan sobre sus rodillas, y a pesar de todo luego te sientes en las nubes.
Chiang Mai está a una altitud de 1.000 metros, y esto hace que su clima sea más seco y suave que en el resto del Tailandia.
En lo primero estoy de acuerdo, pero me pregunto a qué le llaman suave, porque todos los días hemos pasado de 40 grados.
Muchos extranjeros se han instalado en Chiang Mai escapando de la contaminación, el ruido y la locura de Bangkok, y la ciudad es una ecléctica mezcla de cultura thai y falang, con librerías internacionales, pub ingleses e irlandeses, y restaurantes atípicos.
Un ejemplo es Casa Antonio, una cervecería alemana que ofrece «auténtica comida española», y al menos en el menú lo parece, pero el precio no estaba a mi alcance.
Nunca voy a restaurantes españoles cuando viajo, me parece una falta de respeto a la gastronomía local, y como la paella en casa no hay nada igual.
Seguro que Antonio tiene una historia interesante que contar, y si no me la invento.
Los padres de Antonio emigraron a Alemania a principios de los 60 desde su aldea natal en las montañas de Lugo, Galicia, en busca de un futuro mejor, siendo Antonio muy niño.
Creció en Alemania bajo la influencia de las 2 culturas, la española que mantenía la comunidad, con Casas de Galicia, festivales folclóricos y otros eventos, y la alemana en el colegio.
En los 90 sus padres regresaron a Galicia para disfrutar de una merecida jubilación, pero en cada visita Antonio se daba cuenta de que no pertenecía a ninguno de los países y se sentía desubicado en ambos.
Unas vacaciones en Tailandia fueron la respuesta a su problema.
En Chiang Mai encontró un lugar con montañas, bosques y verdor durante los 365 días del año, pero sin el frío humedo de Galicia que te congela hasta el alma.
En Chiang Mai vio que los servicios, sin ser tan perfectos como en Alemania, eran buenos, con aeropuerto internacional, cientos de restaurantes y hoteles, y una colonia de extranjeros bastante amplia.
La decisión se tomó prácticamente sola cuando Antonio conoció a Thira, una tailandesa de cuerpo breve pero hermoso, larga cabellera negra y lacia que enmarcaba un dulce rostro de ojos rasgados, piel cobriza, sonrisa a flor de labios y una inocencia que creía ya no existía.
Antonio se enamoró, decidió quedarse en Chiang Mai, abrir un tipo de restaurante que no había y así nació «Casa Antonio».
La vida espiritual, cultural y festiva es muy intensa en Chiang Mai, con más de 300 templos budistas diseminados por la ciudad y alrededores, lo que la hacen ideal para un retiro.
Otros buscan actividades más terrenales, como los cursos de cocina Thai, que en el norte tiene uno de sus máximos exponentes de lo que para mí es una de las mejores cocinas del mundo.
También es un lugar perfecto para aprender a dar majases thai, con cursos desde una semana hasta un mes de duración, y por supuesto es el paraíso de los majases, ya que la hora cuesta $3 US.
Chiang Mai es famoso por sus clínicas dentales, que tienen estándares de primer mundo y precios de tercero, como Costa Rica en Centroamérica, y mucha gente viene aquí para tratamientos de belleza, estética y peluquería, que cuestan una quinta parte del precio en Europa.
Yo no necesito (¡ejem!) esas cosas, pero renové mis lentes de contacto mensuales por el módico precio de $4 US/mes.
Los aficionados a las compras están en el lugar idóneo. La artesanía de las tribus de montaña es buena, bonita y barata, y otros productos como la joyería, la moda internacional, las antigüedades y los muebles de madera de teka son una ganga. En 24 horas te hacen un traje a medida más barato que lo que cuesta en Zara.
Los mercados de Chiang Mai son una tentación, sobre todo el bazar nocturno y el mercado dominical, que se disemina para varias calles de la zona vieja, y parece la actividad preferida de los locales, ya que miles de personas abarrotaban las calles, peatonales por un día.
Los puestos de comida son muy tentadores, y por 2$ fui saltando de chiringuito en chiringuito, y tomé arroz con mango, ensalada de marisco picante, huevos de codorniz, zumo de fruta de la pasión, zumo de zanahoria, sopa picante tom yum y frutas tropicales, incluyendo rambután, una de mis preferidas.
Pude ver un desfile de moda en una plaza pública, y a juzgar por el público, la belleza de las modelos y la profesionalidad con que desfilaban, no tenían nada que envidiar a las Naomi, Claudia, Elle y demás top models.
También vi un festival animista, donde la gente bailaba en trances, fumando unos sospechosos cigarrillos de enorme tamaño, con orquideas en el pelo y bajo el influjo de una hipnótica música en directo que no cambió de ritmo en la media hora que estuve, hasta que en un descanso unas bailarinas tradicionales, con uñas metálicas postizas de 15 cm de largo, hicieron una preciosa coreografía.
Siguiendo el ejemplo de Queenstown en Nueva Zelanda, la capital de los deportes de aventura, en Chiang Mai puedes hacer puenting, 4×4, rafting, rafting en balsa de bamboo, parapente, escalada en roca, y hasta windsurf en el lago Huay Dtueng Tao.
Puedes volar en ultraligero, y otros deportes más urbanos incluyen bolos, tiro con arco, cricket, karting, batallas con balas de pintura, y hasta patinaje sobre hielo.
Para los amantes de los animales (encerrados), hay un zoo, un santuario de monos, otro de reptiles, un centro de conservación de elefantes, y el centro de mochileros, lleno de homo sapiens (aunque lo de sapiens es discutible a veces) y hostales, agencias, restaurantes, casas de masajes, lavanderías y cybers.
Los que busquen más tranquilidad la tienen en lugares como Chiang Rai, Pai, Lampang y Mae Hing Song, desde donde se pueden contratar los trekkings a las tribus de montaña.
Sobre este tema quiero hacer algunos comentarios sobre lo que no se debe hacer si uno quiere fomentar un turismo responsable, ecológico y de bajo impacto, y un ejemplo claro es el de las mujeres jirafa.
Abogo por el respeto a la cultura y costumbres locales, pero igual que nadie en su sano juicio puede defender la ablación de las mujeres en África, la costumbre de alargar el cuello de las mujeres añadiendo aros metálicos periódicamente es una barbaridad.
Con el tiempo sus cuellos se elongan tanto que en el caso de que se les retiraran los aros, su espina dorsal no podría mantener el cuello en su sitio, con el consiguiente riesgo de lesiones medulares e incluso la muerte.
En el 2000 me negué a visitarlas y ahora he vuelto a negarme, por mucho que sea una de las fotos más buscadas.
Antes de contratar un trek, aconsejo preguntar cúantos grupos visitan el poblado, de qué tamaño es el grupo que va, si el guía habla la lengua local, y si el pueblo se beneficia directamente de los treks.
Las tribus de montaña están repartidas en 10 etnias, con unos 25 grupos diferentes y cerca de medio millón de personas.
Los más representativos son los Akha, de origen tibetano, con 125.000 miembros; los Hmong, con 125.000 habitantes; los Karen, originarios de Myanmar, con 300.000 individuos, que es la etnia más numerosa; los Lahu y Lasu, de origen tibetano, y los Mieu, de China Central.
Mucha gente llega a Chiang Mai atraída por el mito del «triángulo dorado», la frontera entre Myanmar, Laos y Tailandia, que es la principal productora de opio del mundo (la heroína es un derivado del opio), pero, al menos en la parte tailandesa, hoy no es más que un reclamo turístico.
El ejército tailandés aplica una política de primero-disparar-y-luego-preguntar para erradicar la plantación, producción y tráfico de opio, así que recomiendo a aquellos que busquen este tipo de viajes que vayan a Myanmar o Laos, ya que una bala es peor para la salud que una pipa de opio.
Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2005 de 6 meses por China, Vietnam, Camboya, Tailandia, Laos, Malasia, Brunei, y Filipinas, haz clic aquí.
¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde Tailandia, 16 de Mayo de 2005
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