Amazonas, Mucho Más que un Río
Sabemos que el Amazonas es el río más caudaloso del mundo y el segundo más largo, y en general todas las cifras que genera son impresionantes, pero lo más importante es lo que no se puede cuantificar, el impacto directo que determina la vida de las personas que viven en la cuenca amazónica.
Primero os voy a contar la parte numérica, que es la más fácil, y luego intentaré transmitiros la profunda impresión que me ha causado.
El río Amazonas es uno de los miles que surcan una superficie de más de 6 millones de kilómetros cuadrados por 9 países (Brasil, Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guayana francesa). La parte brasileña es la más grande, un 60% del total.
Cerca de Manaos, al unirse el río Negro con el Solimoes, se produce un fenómeno único, ya durante varios kilómetros sus aguas discurren paralelas sin mezclarse, por las diferentes densidades, temperaturas y componentes orgánicos, marcando el famoso «Encuentro de las aguas».
El 17% del agua dulce del mundo corre por su cuenca, generando una red de «carreteras» fluviales de más de 80.000 Km., que van desde estrechos caminos por los que apenas pasa una barca, hasta auténticas autopistas en las que no ves las riberas por lo anchas que son.
La diferencia del nivel de las aguas puede oscilar hasta 15 metros, y en la época que yo he visitado el río Negro, Mayo, navegabas a la altura de la copa de los árboles.
El caudal medio es de 200.000.000 de litros por segundo (habéis leído bien, doscientos millones de litros), a una velocidad media de 7 km/hora, y la masa de agua dulce en la desembocadura penetra más de 200 Km. en el Océano Atlántico, dejando una huella apreciable desde el espacio.
Desde la desembocadura, en Belem, se puede navegar río arriba más de 3.500 hacia el interior, hasta Iquitos en Perú.
El nombre fue dado por el lugarteniente de Pizarro, Francisco de Orellana, que en su exploración por la zona fue atacado por grupos de mujeres indígenas, a las que asoció con la leyenda griega de las Amazonas, guerreras tan fieras que se amputaban un pecho para poder disparar mejor el arco.
Por el color de las aguas, se dice que hay 3 tipos de ríos en el Amazonas, los «ríos blancos», los «ríos negros» y los «ríos claros ó azules».
Los ríos blancos nacen en los Andes, arrastran mucho barro y sedimentos y sus aguas son turbias. Los ríos negros tienen un color parecido al té; se originan en suelos arenosos que tienen muchos bosques inundables. El color marrón o té se debe a la falta de arcilla. Los ríos claros o azules vienen de zonas llanas, con poca erosión de lluvia.
El pH de las aguas determina el número de insectos que viven en los distintos ríos; cuanto más alto es éste, menos insectos vamos a encontrar. El canal principal tiene un pH del 5.5, y en las áreas inundadas es del 3.5.
Tuve una suerte increíble cuando me alojé en una plataforma flotante del río Negro, ya que el pH estaba muy alto y no había un sólo mosquito, así que dormir en una hamaca balanceándose al suave ritmo del río fue un auténtico placer, y la mosquitera se quedó guardada para la siguiente ocasión, que curiosamente fue en Caracas, donde parecía que se habían trasladado todos los mosquitos del Amazonas.
En algunas zonas llega a llover más 6.000 mm al año, unos 6 metros, así que podeis imaginaros que las viviendas en el Amazonas son de 2 tipos, palafitos construidos sobre pilotes de madera a varios metros sobre el nivel de río, o directamente viviendas flotantes, que tienen como ventaja que si quieres cambiar de ciudad, sueltas amarras y te vas a un nuevo lugar, sin hipotecas ni obras. De hecho, la plataforma del río Negro en que me alojé, venía del Río Solimoes, a más de 100 kilómetros.
Con estos datos, podeis imaginar que las cifras referentes a fauna y flora del amazonas son también apabullantes, ya que alberga un 20% de las especies de plantas (60.000) y aves (1.700) del mundo, 4.000 peces de agua dulce, más del 10% de los mamíferos (550), 600 especies de anfibios y 500 de reptiles. De insectos se calculan unas 15 millones de especies distintas.
Muchos animales son endémicos y continuamente se descubren nuevas especies a añadir a las ya registradas, ya que grandes áreas del Amazonas están prácticamente vírgenes e intocadas.
Esta riqueza natural es al mismo tiempo su gran enemigo, ya que la sensación de que el Amazonas era tan grande que perdonaría los desmanes cometidos, ha llevado a deforestar más del 20% de su área, ya sea para vender sus preciosas maderas, para reconvertirla a ganadería o agricultura, o para construir carreteras como la Transamazónica, continuamente tragada por la jungla, pero que el gobierno brasileño se obstina en reconstruir.
Los proyectos hidroeléctricos, que inundan grandes áreas y provocan cambios ecológicos irreversibles, y la mineria descontrolada son algunos de los grandes males del Amazonas.
Los «garimpeiros», mineros capaces de matar y morir por un gramo de oro, utilizan mercurio para separar el oro de los minerales con que se encuentra amalgamado, y el mercurio es uno de los venenos más tóxicos y persistentes que existe, se encuentra hasta en las focas de la Antártida.
El gobierno de Cardoso preveía en su plan Avanza Brasil de infraestructuras de 1999 para el Amazonas entre 2000 y 2007, un total de 8.000 km de carreteras, 4 aeropuertos, 12 puertos fluviales, 2 gaseoductos, 3 centrales térmicas, 3.000 km. de nuevas vías fluviales, 1.400 km. de vías de tren, 2 proyectos hidroeléctricos gigantescos, y miles de kilómetros de tendidos eléctricos, todo ello en aras del progreso, continuando la filosofía de las juntas militares de los 70, que buscaban «integrar para no entregar», ya que tenían miedo de perder el control de la Amazonía.
El nuevo gobierno de Lula ha replanteado varios de estos proyectos porque podían causar mucho más daño que beneficio para la población del Amazonas y el futuro del país.
Dos áreas en las que se está trabajando intensivamente son las del turismo sostenible y la de las industrias farmaceúticas, que tienen en el Amazonas una fuente todavía no demasiado explotada de medicamentos.
Por falta de tiempo no pude viajar como pensaba en barco desde Belem a Manaos, 6 días de navegación río arriba por el Amazonas, recalando en importantes puertos como Santarém, pero lo compensé visitando la bahía de Belem, la isla de Marajó, más grande que Suiza con su 50.000 km2, los igarapés (pequeños ríos en los que la bóveda de los árboles se cierne sobre tu cabeza), y la isla de los papagayos a las 5 a.m, para escuchar como se despiertan gradualmente los más de 4.000 papagayos que la habitan, y comienzan a volar en busca de su desayuno cubriendo casi completamente el cielo y ensordeciéndote con sus gritos de buenos días.
En Manaos se puede apreciar el esplendor de la época dorada del caucho en el impresionante teatro de la Ópera que se inauguró en 1.896, construído con los materiales más lujosos de la época, mármoles italianos, lámparas de cristal de Murano, hierro forjado escocés. Las maderas usadas eran brasileñas, pero enviadas para tallar a Europa. El camino de entrada al teatro está pavimentado con caucho para amortiguar el ruido de los carruajes.
En esa época la clase alta enviaba a planchar sus camisas a Londres, y se veían más vestidos de alta costura de mujer que en París. Para la inauguración de 1986 se había contratado a Caruso, el tenor más famoso de la época, pero alegó que sus cuerdas vocales se verían afectadas por la humedad y no fue.
En un estilo neoclásico ecléctico, tanto el interior como el exterior son de gran belleza, y el teatro, con más de 600 plazas, contaba con ventilación individual en cada butaca cuando se inauguró, lo que no me extraña si pensamos en los atuendos que llevaban en la época, sobre todo las mujeres con aquellos corsés y miriñaques, y estamos en una de las zonas más humedas y calurosas del mundo.
Su estado de conservación es muy bueno, y la programación muy completa, con temporada de Ópera, que me perdí por menos de una semana, y muchos conciertos populares a precios asequibles. Aunque sea sólo para verlo, la visita vale la pena, la biblioteca es fabulosa.
Pasé 3 días alojado en la plataforma flotante de Green Planet Tours, a 4 horas de navegación de Manaos en el típico barco del Amazonas, y fue una experiencia inolvidable, pescando pirañas que luego asábamos al fuego y degustábamos (no es precisamente mi pescado favorito) y cazando jacarés, estos no para comerlos sino para verlos de cerca y aprender sobre el animal más parecido a los dinosaurios, el único que de la especie que no se extinguió.
Navegábamos muy cerca de las copas de los árboles, y los tucanes, águilas, halcones y todo tipo de aves controlaban desde las alturas su territorio de caza; por abajo, 2 delfines rosados del Amazonas, más otro gris, jugaban con nosotros al escondite para que no pudieramos hacerles la foto, y en alguno de los movimientos para poder retratarlos estuvimos a punto de hacer zozobrar la barca.
La aguda vista del guía distinguió un perezoso indolentemente abrazado a un árbol, y muy cerca una boa dormitando en una rama.
Ya en tierra firme, nos pasamos varias horas caminando por la jungla, y aprendiendo como sobrevivir (aunque dudo que si uno se quedara sólo lo pudiera hacer por mucho tiempo), aprovechando los recursos naturales de la jungla tropical.
Para conseguir agua fresca, cortamos con el machete una especie de caña; el primer corte hay que darlo en la parte superior porque si no el árbol aspira todo el agua, y con un segundo corte, tenemos más de un litro de delicioso néctar.
La comida requiere un estómago más fuerte, ya que de unas nueces tipo avellanas, sacamos unas larvas blancas que tienen más de un 60% de proteína, que se comen vivas chupándolas en «su jugo». Lo cierto es que saben a leche de coco, y cerrando los ojos me pude comer una.
Siempre digo que la comida es algo cultural, y que el marisco que nos comemos en Galicia es algo vomitivo para muchas culturas, que la diferencia entre comerse una ostra viva que se retuerce cuando le ponemos el limón, un perro en Corea, una serpiente en Thailandia, un hamster o cuy en Perú, saltamontes fritos en Vietnam, gusanos con el mescal en México, monos en África, o lo que sea, es una cuestión de costumbre y no de sabores.
Superado el curso de supervivencia en la jungla, que además de la comida y la bebida incluía el uso de la «farmacia» de la selva, con remedios naturales de todo tipo (hasta hay una planta con olor igual al del Vicks Vapor Rub y las mismas propiedades medicinales), regresamos a la plataforma para embarcarnos de regreso a Manaos, donde conocí a una azafata española que trabajaba para una compañía charter y que había elegido este trabajo sólo para viajar acumulando semanas extra de vacaciones.
Las 3 horas de regreso me sirvieron para reflexionar sobre la vida tan diferente que podemos llevar los seres humanos, algunos vivimos en lugares donde somos totalmente dependientes de un sistema que nos pone fácil el agua, electricidad, recogida de basuras, comida, bienes de consumo, etcétera, pero el día que nos faltan estamos totalmente indefensos y a merced de la maquinaria, mientras que en las culturas más cercanas a la naturaleza tienen menos cosas materiales, pero las imprescindibles y necesarias para la vida están al alcance de la mano, y el sistema es sustentable. ¿Quién es más rico, el que más tiene o el que menos necesita?.
Haz clic si quieres información turística de Amazonia, Manaos, y Estado de Pará (Belem). Para viajar de Belem a Manaos o viceversa en barco, visita Amazon Star.
Haz click si quieres saber más sobre organizaciones medioambientales que trabajan en pro de la conservación y el desarrollo sostenible del Amazonas, como Conservation International, Greeenpeace Brasil, Survival, Amazonia, Amazonia Association, WWF Brasil, Rainforest Web, Save the Rainforest, Rainforest Action Network, y un directorio de más de 30 webs en portugués sobre la Amazonía y el medio ambiente.
Si quieres ver todas las fotos del viaje de Vagamundos 2004 de 6 meses por Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay, Brasil, y Venezuela, haz clic aquí.
¡¡ Hasta Pronto !!
Carlos, desde La Coruña, España, 28 de Junio de 2004
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