Archipiélago de Chiloé
El Archipiélago de Chiloé es una provincia de la X región de Chile, cuya capital es Puerto Montt, y está formado por la isla grande de Chiloé, de 180 km. de largo, y 40 islas menores, con un total de 150.000 habitantes. Tiene mucha relación histórica y geográfica con Galicia, por lo que me he sentido en casa durante mi estancia.
El gobernador de Chile, Rodrigo de Quiroga, de origen gallego, llamó Nueva Galicia a la isla, y su capital, fundada en 1567, recibió el nombre de Santiago de Castro.
La orografía de Chiloé recuerda a Galicia, con verdes praderas, pequeñas poblaciones, puertos pesqueros, y una gastronomía basada en la patata, el pescado y el marisco. He degustado choritos, que es como llaman aquí a los mejillones, más pequeños pero igual de sabrosos que los gallegos.
El pescado es delicioso, sobre todo el salmón, congrio y merluza, y tienen un marisco espectacular tanto en variedad como en calidad y tamaño, porque las centollas, llamadas jaibas, alcanzan 1 metro de pata a pata. Me llevaría el resto del diario describir las distintas especies, si os interesa podeis leer un reportaje de Blas Calzada.
Chiloé es completamente diferente del resto de Chile en cultura y tradiciones, y a ello ha contribuido su insularidad. Aunque Chile alcanzó su independencia en 1810, Chiloé se mantuvo fiel a España, y no fue hasta 1826 que fue anexionada a la república.
Uno puede observar su singularidad en cuanto cruza en barcaza los 2 km. que la separan del continente. Ancud, su primer pueblo, está constituido de casas de madera bajas pintadas de múltiples colores. De allí partió en 1843 la goleta Ancud, que después de varios meses de navegación alcanzó el estrecho de Magallanes y tomó posesión de Tierra del Fuego en nombre de Chile.
Castro, la capital, tiene como imagen más representativa las casas palafitos, que se elevan varios metros sobre el agua porque las mareas son muy vivas aquí.
Otro símbolo de Castro es la catedral de San Francisco de Castro, proyectada en 1906 por el arquitecto italiano E. Provosoli; tiene dos torres y tres naves divididas mediante arcos de medio punto. Todo el edificio está revestido con chapas de zinc pintadas de vivos colores, como casi todo en Chiloé. Las 150 iglesias de Chiloé son Monumento Nacional, y 14 de ellas fueron nombradas Patrimonio de la humanidad por la Unesco en diciembre de 2000.
Hay una web, iglesias de chiloe, dedicada enteramente a estos maravillosos templos, algunos con más de 200 años de antigüedad y la mayoría de ellos hechos en madera de alerce, una de las más típicas de la región, aunque la sobrexplotación y los intereses de las madereras, muchas de ellas japonesas, han puesto en grave peligro los bosques de Chiloé.
El Domingo hay que visitar el mercado de Dalcahue, donde se encuentra artesania que viene de todo el archipiélago, y se puede degustar marisco en puestos al aire libre, lo que me hizo recordar el mercado de la Piedra en Vigo, con sus mesas en la calle para tomar las deliciosas ostras de Arcade.
La industria de la piscicultura está tomando auge en Chiloé. De Dalcahue se puede cruzar a la isla de Quinchao para visitar la hermosa iglesia de Achao, construida en madera de alerce.
Chiloé alberga un parque nacional, el de Cucao, en la costa pacífica, que está mal gestionado y mantenido por Conaf, que ya me había demostrado su incompetencia en Torres del Paine. Para que os hagais una idea, el parque cierra al mediodía; nuestro autobús llegó a las 13h15, y tuve que esperar hasta las 14h para pagar la entrada y no obtener ni un mísero mapa con los senderos del parque.
El resto de la gente fue más avispada y visitaron el parque gratis. Al menos hay un lugar cerca de la entrada del parque, el fogón de Cucao, donde Miguel Angel, un santiaguino escapado de la ciudad y sobre todo del Sistema, te hace partícipe de sus experiencias vitales, que le llevaron de ser víctima de la represión pinochetista a los campos de batalla como corresponsal de guerra y finalmente a la apacibilidad de Cucao.
Otro aspecto que me fascinó de Chiloé fueron las leyendas y tradiciones. Si los gallegos tenemos la Santa Compaña, ellos tienen el trauco, un oportuno duende que es el padre de todos los hijos sin padre reconocido en Chiloé, ya que la leyenda dice que se les aparece a las mujeres y las deja automáticamente embarazadas, lo que evita explicaciones embarazosas (nunca mejor dicho).
La pincoya, una hermosa sirena, trae mala suerte cuando la ves de espaldas al mar, y buena cuando está de frente, lo que significa buena pesca y el placer de observar su hermoso cuerpo desnudo; el basilisco es un ser mitológico, con cabeza de gallo y cuerpo de reptil, que vive en los sótanos de las casas y les roba la vida a sus habitantes. También hay un barco fantasma al estilo de El Holandés Errante.
La minga es una costumbre que supone mudarse con la casa a cuestas literalmente, ya que las casas de madera son removidas de sus cimientos, colocadas en plataformas de troncos, y arrastradas por yuntas de bueyes hasta su nuevo emplazamiento, e incluso a veces hasta la llevan flotando a otra isla.
El evento termina con una gran fiesta con la que la familia agradece a los vecinos y amigos la ayuda en la mudanza. En ella se come el curanto en hoyo, el plato típico por excelencia en Chiloé. Sencillo en su preparación, es reflejo de la vida mixta del chilote, hecha de papas, carnes y mariscos cocidos lentamente en un hoyo del suelo donde se han colocado piedras calentadas.
Muchos turistas e incluso chilenos no visitan Chiloé, y os recomiendo que lo hagáis antes de que el proyectado puente les una al continente, y con él desaparezca una cultura singular y extraordinaria, algo que ya está pasando por culpa de la televisión por cable, que ha convertido a los adolescentes de Chiloé en fotocopias de raperos, con sus gorras, pantalones y jerseys 3 tallas más grandes que la suya.
La hospitalidad del Hostal Quelcun en Castro, calle San Martín, seguro que no cambiará, y recordaré con mucho cariño la noche de vino, pisco y buena conversación con que me despidieron, el mismo día que cayó Bagdag en manos de los gringos.
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¡¡Hasta Pronto!!
Desde Bariloche, Argentina, 12 de abril de 2003
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