Buenos Aires Revisitado
Regreso a Buenos Aires, como en el tango Volver de Carlos Gardel: «Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada..».
En mi caso no han sido 20 años, sólo 2, pero me encuentro con un Buenos Aires tan diferente que parece que han pasado 20. Los 1.500 km desde Iguazú hasta Buenos Aires, y las paradas que hice para visitar buenos amigos en Paraná y Rosario me han ido preparando para el impacto, pero no deja de doler encontrar esta maravillosa ciudad en un estado de alteración permanente.
Las barricadas forman parte del mobiliario urbano, y no se molestan en quitarlas de la casa Rosada y otros edificios públicos, porque lo único que no se sabe es cuándo el pueblo volverá a salir a la calle, pero que volverá a salir lo sabe todo el mundo, y esta vez no será un cacerolazo sólamente.
El metro, o subte como le llaman aquí, está lleno de niños que te venden de todo por una tarifa única de un peso: cepillos de dientes, caramelos, libros, estampas, pilas, kit de herramientas, set de costura, bolígrafos o biromes como les llaman aquí, etcétera.
En Iguazú, Posadas, descubrí que los pobres que antes eran peruanos o bolivianos, han cedido su puesto a argentinos; en Paraná, Entre Ríos, la clase media ha pasado a ser baja, y la baja a indigente, y en Rosario, Santa Fé, subsiste una clase que pasa el verano retozando en su hermoso río, mientras el 61% del Gran Rosario es pobre, y el 29,6 indigente.
Son datos oficiales del Indec, que elevan las cifras nacionales al 57,5% de la población urbana en situación de pobreza, y el 25% de indigencia, 19 y 9 millones de argentinos, respectivamente. Para un país que presumía de ser el único de Latinoamérica con clase media, estos datos son aterradores, y son un 10% peores que hace un año, sin visos de mejorar a corto plazo.
En algunos lugares como Concordia, en Entre Ríos, la pobreza alcanza al 77,7% y la indigencia al 50,5%. La cesta de la compra mensual para una familia de 3 personas es de 716 pesos, unos 210 euros o dólares, por debajo de la cual se considera que son pobres. Las cifras son frías, pero a mí me han dejado en situación de shock.
He visto paradojas como que Argentina problablemente tiene el mejor y más barato servicio de Internet del mundo, he pagado menos de un peso, 25 céntimos de euro por hora de conexión, mientras que tiene el servicio postal más caro del mundo; enviar una tarjeta postal a Europa cuesta 1.5 Euros; el ejemplo de una privatización que ha convertido un servicio público en un beneficio privado.
Los buses interurbanos, que hace 2 años eran caros, pero de lujo, con azafatas, revistas, coches cama, 3 comidas, etc, ahora son baratos para los turistas, pero el servicio ha caído en picado, he tenido retrasos de 6 horas sin explicaciones, averías, buses viejos, comidas pésimas, buses sucios y con el baño inutilizable, y una atención despreocupada. Es un síntoma muy grave cuando hasta el sector privado se contagia de la ineficiencia del público.
Hace menos de 2 años tuve que elegir entre comer o dormir rodeado de cucarachas en Buenos Aires (la tercera opción, comer cucarachas todavía no la contemplo), porque mi presupuesto diario de 25 dólares o pesos no alcanzaba para todo; ganaron las cucarachas. Ahora me siento como Rockefeller, porque el euro se ha apreciado en los dos últimos años un 30% frente al dólar, y vale casi 3.5 pesos, lo que pone a Buenos Aires y Argentina como uno de los destinos más económicos del mundo.
Como ya era uno de lo más atractivos, con lugares como Iguazú, Perito Moreno, Patagonia, Andes, Pampa, etcétera, no venir a Argentina de vacaciones es imperdonable, necesitan turismo para equilibrar su balanza de pagos, y los españoles y latinos podemos ayudarles mucho, otros extranjeros ya lo han hecho, y Argentina se ha llenado de viajeros y turistas de todo el mundo.
Los precios lo justifican, he pagado 5 pesos, 1.5 euros, por cortarme la coleta, como los toreros, porque no soportaba más el calor de la capital federal, y he comido menú turístico completo por 2 euros.
Un alojamiento decente cuesta 21 pesos, 6 euros, en habitación individual con baño privado, y un alojamiento mensual en residencia con habitación compartida cuesta 80 pesos, 25 euros, en los Hoteles Metro, donde me alojo.
Incluso me he dado el lujo de asistir a un espectáculo de tango en uno de los lugares clásicos de Buenos Aires, la esquina Manzi, donde escribió varios de sus tangos Homero Manzi, un clásico del cual rescato el último párrafo de su tango Sur, que dice bastante de lo que están viviendo los argentinos: «Nostalgias de las cosas que han pasado, arena que la vida se llevó, pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura del sueño que murió.»
Pero Buenos Aires, crisis incluida, sigue siendo una ciudad fascinante; escapando del calor he recorrido sus parques, y a la vera del parque Lezama he visitado una iglesia ortodoxa rusa, me he paseado por San Telmo, el barrio de los anticuarios que explota en domingo con su mercado en la calle, pero que durante la semana dormita tranquilamente con sus calles empedradas esperando el gran acontecimiento.
He visitado la esencia y corazón del espíritu porteño, el barrio de la Boca, con sus casas multicolores no por inclinación artística, sino porque los antiguos moradores de este barrio portuario, genoveses en su mayorìa, utilizaban los restos de pintura de los barcos para adecentar las humildes viviendas de zinc y madera.
Por supuesto he pasado por la bombonera, el estadio del Boca Juniors, feo por fuera, pero con una pasión y energía dentro que se desborda en cada uno de los clásicos Boca-River, del que hoy hay un nuevo duelo; en esta temporada los 2 anteriores han sido a favor del Boca, campeón de verano de esta liga.
Tal es la pasión de sus seguidores, los bosteros, que un amigo me dijo que la única bandera por la que moriría no sería la de Argentina, sino por la del Boca. Su hijo, con 2 años, está tan bien entrenado, que se niega en redondo a ponerse ninguna otra camiseta que no sea del Boca. Otro bostero en potencia.
Esto probablemente diga mucho del desencantamiento que los argentinos sufren con su gobierno, que se enfrenta al compromiso de unas elecciones generales el 28 de abril, pero que teme que con argucias y maniobras, Menem asuma de nuevo el poder ofreciendo a los argentinos una nueva versión de «Alicia en el país de las maravillas», que esta vez se podría llamar «Alicia al otro lado del espejismo».
Espero que la memoria histórica no se haya borrado tan rápidamente.
Hoy sigo ruta hacia el sur, en busca del sexto continente, la Antártida, pero con paradas intermedias, ya que son más de 3.000 kms por carretera, y el caracol de vagamundos no se caracteriza por correr demasiado.
Si quieres ver las fotos de Buenos Aires, haz click aquí.
Haz clic aquí para ver todas las fotos del viaje Vagamundos 2003 por Brasil, Argentina, Chile y Antártida
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Buenos Aires, Argentina, 4 de febrero de 2003
Deja tu comentario