Fui al Paraíso y me encontré con el Diablo.
El título del diario no es original mío, lo he visto en un anuncio, que hace referencia al famoso animalito endémico de Tasmania, que no se parece en nada al de los dibujos animados; de entrada su tamaño es más bien pequeño, y la agresividad de la que tiene fama no es cierta; es un animal salvaje y como tal hay que respetar su habitat, que por supuesto defenderá si alguien lo invade. He visto varios diablos de Tasmania en santuarios de animales, donde recuperan crías sin madre hasta que pueden volver a soltarlas en su habitat natural, y es un animal al que puedes acariciar; en mi recorrido de 9 días por la costa Suroeste de Tasmania, un auténtico Paraíso, me encontré con un diablo, que rápidamente desapareció en la espesura.
Tengo agujetas hasta en las pestañas, pero es el precio que hay que pagar por visitar uno de los lugares más salvajes y aislados del mundo civilizado, nombrado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Varios me habeis preguntado por qué menciono habitualmente la denominación de Patrimonio de la Humanidad, la razón es que garantiza unos criterios homogéneos a nivel mundial, que son diferentes si el lugar es Cultural o Natural. Una piedra puede ser muy importante para una cultura o pueblo, pero no tener interés para el resto del mundo. El convenio de Patrimonio de la Humanidad está firmado por más de 160 países, y Australia es uno de los más activos en la búsqueda, selección y protección de su Patrimonio. Tiene 14 áreas nombradas Patrimonio de la Humanidad, y 4 de ellas, La Gran Barrera de Coral, Tasmania, Los Trópicos en Queensland, y Shark Bay, cumplen los 4 criterios de Patrimonio Natural, algo poco habitual. Tasmania es la única que además es Patrimonio Cultural, junto con Kakadu, Uluru, y lagos Willandra. He buscado en Internet los criterios, que son:
Para los bienes culturales:
i) Representar una obra maestra del genio creador humano, o
ii) ser la manifestación de un intercambio de influencias considerable durante un determinado periodo o en un área cultural específica, en el desarrollo de la arquitectura, las artes monumentales, la planificación urbana o el diseño paisajístico, o
iii) aportar un testimonio único o por lo menos excepcional, de una tradición cultural o de una civilización que sigue viva o que ha desaparecido, o
iv) ser un ejemplo sobresaliente de un tipo de construcción, de conjunto arquitectónico que ilustre una o más etapas significativas de la historia humana, o
v) constituir un ejemplo sobresaliente de asentamiento humano u ocupación del territorio, que sea tradicional o representativo de una o varias culturas, especialmente si se ha vuelto vulnerable por efecto de cambios irreversibles, o
vi) estar asociado directa o materialmente con acontecimientos o tradiciones vivas, ideas, creencias u obras artísticas o literarias de significado universal excepcional.
Los bienes naturales deben:
i) ser ejemplos sobresalientes representativos de los diferentes periodos de la historia de la tierra, incluyendo el registro de la evolución, de los procesos geológicos significativos en curso, del desarrollo de las formas terrestres, o de elementos geomórficos o fisiográficos significativos, o
ii) ser ejemplos sobresalientes representativos de los procesos ecológicos y biológicos de la evolución y el desarrollo de ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros y marinos y de comunidades de plantas y animales,
iii) contener fenómenos naturales extraordinarios o áreas de belleza natural y una importancia estética excepcionales, o
iv) contener hábitats naturales más representativos e importantes para la conservación in situ de la diversidad biológica, incluyendo aquellos que alberguen especies amenazadas que posean un valor excepcional desde el punto de vista de la ciencia o la conservación. En ambos casos también son criterios importantes la protección, la administración y la integridad del sitio.
Los bienes culturales sólo tienen que cumplir al menos uno de los criterios, mientras que los naturales deben cumplir al menos 2. Los sitios mixtos tienen al mismo tiempo un sobresaliente valor natural y cultural.
Volviendo al Paraíso, no os voy a aburrir contándoos en detalle mis 9 días caminando el Southwest Coast Track, ya que me resulta imposible transmitiros la sensación de retorno a lo básico, a la esencia, que he sentido allí. No llevábamos jabón ni pasta de dientes porque son productos ajenos al habitat, y a pesar de caminar con el barro hasta la cintura varios días, siempre al final del día había un río o una playa de aguas cristalinas, y después de una buena frotada con arena quedabas limpio y fresco.
Nuestra aventura comenzó con un vuelo en avioneta desde el aeródromo de Cambridge en Hobart, donde fuimos pesados, tanto nosotros como nuestras mochilas, para equilibrar el peso durante el vuelo; mi mochila pesaba 22 kg., a la que hay que añadir los 4 kg. de mis cámaras, y la tienda de campaña, unos 3 kg., cuyo peso reparto con David, mi compañero de tienda.
Me arrepiento de haber llevado más de 2 pares de calcetines, 2 camisetas, y 2 calzoncillos, como nos recomendó Stocky, nuestro guía, que lleva un peso de 35 kg. a sus espaldas, de los cuales sólo 5 son personales, el resto son los utensilios de cocina, lonas, y una buena cantidad de alimentos que nos sorprenderán los 9 días, ya que conseguir mantener en condiciones tomates en una mochila durante 9 días no debe ser nada fácil, y cocinar menús diferentes cada día, incluyendo postre y café fresco, con sólo 2 ollas, todavía más difícil, pero la alimentación es muy importante en un sendero tan exigente, y en ese aspecto estuvimos más que bien «cebados». Incluso nos permitimos el lujo de comer langosta y abaloni, un marisco de enorme concha, que uno de nuestros vecinos pescó y al que le prestamos una olla para poder cocerlo; a cambio, nos devolvió la olla con una langosta y un abaloni que devoramos en segundos.
A las 7 a.m. estábamos en el aeródromo dispuestos a volar, pero la climatología en nuestro destino, Malaleuca, impedía el despegue, aunque en Hobart hacía buen día. Finalmente despegamos a mediodía, y nuestro vuelo de 45 minutos a baja altura para evitar las nubes nos da una primera aproximación a lo que nos espera, ya que lo que vemos son acantilados salvajes, cadenas montañosas contínuas, llanuras cubiertas de una espesa hierba, y muchos ríos, lagos y lagunas que tendremos que cruzar, en barca con suerte, o con el agua hasta la cintura algunas veces.
Malaleuca, nuestro último contacto con la civilización, es una pista de tierra de unos 300 m. de largo, y una cabaña que alberga los «pedidos» de alimentos de grupos de senderistas que cubren 2 rutas, la Port Davey Track y la Southwest Coast Track, unos 160 km., en unas 2 semanas, lo que está al alcance de muy poca gente, como os puedo asegurar después de «sólo» 9 días. Nos ponemos en marcha después de comer, en dirección a la costa, ya que todos nuestros campamentos se sitúan en playas o ríos, en lugares de una belleza salvaje y prístina.
No hay lugar para el aburrimiento en estos parajes, ya que todos los días haces entre 6 y 10 horas de caminata en condiciones extremas, barro, acantilados abiertos, bosques espesos, ríos, playas, y al final del día aún sacas energías de algún depósito oculto para pasear por la playa en la que acampamos. También sacas energías ocultas para levantarte a las 7 a.m. y disfrutar de amaneceres únicos, ya que el tiempo ha sido muy dadivoso con nosotros, aquí suele llover uno de cada dos días, y a veces el frío es extremo, porque lo único que nos separa de la Antártida son 2.000 km. del furioso mar de Tasman. Sólamente nos ha llovido 1 día y Stocky decía que era la primera vez que veía algunos paisajes, a pesar de haber hecho la ruta 4 veces este verano.
La última noche me fui a tumbar a la playa para ver las estrellas después de la cena, y una cortina de luz se extendía en el horizonte; le pregunto a Stocky, y me dice que es una aurora austral, no tan colorida y espectacular como las auroras boreales del hemisferio Norte, pero muy hermosa y un regalo inesperado. Nuestro último día, el noveno, fue agridulce. A la alegría de haber terminado el recorrido sin ningún accidente grave (aunque poco le faltó, porque yo enganché el cable de mi polaina con una raíz y me iba de morros contra un árbol; reaccioné rápidamente y pude poner los brazos para frenarme, el resultado sólo fue el cable roto y un fuerte moratón en un brazo que 15 días después aún no ha desaparecido), se unía la tristeza de saber que a sólo 10 km. nos esperaba nuestro transporte para llevarnos de vuelta a la civilización; después de caminar 2 hermosas playas y recorrer a media altura unos acantilados espectaculares, nos reunimos todos en una colina que era nuestra última vista sobre el mar; en silencio, exprimimos al máximo esos minutos intentando fijar en nuestra retina para siempre toda la belleza acumulada en 9 días y casi 100 km. de caminata, y una solitaria gaviota se une a nosotros a manera de despedida de estos hermosos parajes, lo que me recuerda una de mis frases favoritas de El Principito, «lo esencial no se ve con los ojos»; es cierto, por muy hermoso que sea el lugar, lo más importante han sido las vivencias acumuladas y la constatación de que los límites nos los ponemos nosotros mismos; una mariposa que se posa sobre tu brazo para libar tu sudor, el sonido de un regato de agua que te refresca, y la energía transmitida por unas personas a las que no conocías pero a las que ahora sientes parte de tí, esa es la esencia.
La fauna que hemos visto ha sido muy variada, gaviotas de todo tipo, cacatúas negras y blancas, las inevitables serpientes, de las que sólo hay 3 tipos en Tasmania, todas venenosas, y te dicen con su sentido del humor habitual, que no tienes que identificar la que te ha picado, porque el antídoto que usan es el mismo para las 3, lo cual es una ventaja frente a Australia continental. Por supuesto también me han acompañado mis queridas moscas, y otro animalito todavía más indeseable, las sanguijuelas, empeñadas en chuparte la poca sangre y energía que te quedaba. Además de mi amigo el diablo de Tasmania, también vimos varios tipos de wallabies, possums, y quals, de los que no conozco su nombre en español. De noche por el campamento se oían rondar algunos animales nocturnos en busca de alimentos y restos, pero otra de las preocupaciones de nuestro guía era empaquetar cuidadosamente toda la basura que generábamos para llevarla de vuelta, aquí la frase «dejar sólo huellas y llevarse sólo fotografías» es una realidad.
En este <a href=»https://www.flickr.com/photos/vaga_mundos/sets/72157601309009041″ target=»_blank»>enlace</a> podéis ver todas las fotos del viaje de 6 meses en 2002 por Australia y Nueva Zelanda
¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Hobart, Tasmania, Australia, marzo 2002
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