En el país de Oz, Sydney es Dorothy.
Con el cuerpo, y sobre todo la mente, adaptados ya a las antípodas, se me ha ocurrido que la historia de Australia tiene muchas similitudes con la de El Mago de Oz; en ésta, Dorothy, el león cobarde, el espantapájaros sin cerebro, y el hombre de hojalata sin corazón, no parecían el mejor equipo para luchar contra la bruja y volver al hogar.
Australia, fundada como penal donde los británicos enviaban a los convictos más peligrosos, es hoy un país próspero, moderno, y un modelo de convivencia y solidaridad, aunque algunas actitudes recientes, como la del barco cargado de refugiados kurdos que rechazaron, les acerca peligrosamente al egoísmo del mundo occidental; fue un acto electoral que le sirvió a su presidente para volver a ganar las elecciones. Sydney es una ciudad alegre, que condensa y absorbe como ninguna otra la mezcla de culturas.
La podría definir como de buen rollito, porque todo el mundo es amable, la gente sonrie por las calles, y los funcionarios públicos no te consideran su enemigo, como en otros países, sino que se exceden en ayudarte. Estás desayunando, y te preguntan por tus planes para el día y te recomiendan lugares, etc; en resumen, lo que en mis reflexiones sobre la felicidad recomendaba sobre intentar hacer felices a los que te rodean. A lo mejor ayuda que tienen 330 días de sol al año y un entorno envidiable.
Después de 5 días en Sydney, he hecho tantas cosas que no se si podré condensarlas en un diario; os contaré las más intensas. El primer día lo dediqué a pasear por la zona de Darling Harbour, muy animada y remodelada para los juegos Olímpicos de 2000, con el Museo Marítimo, el Aquarium, el Imax, y el Jardín chino, un remanso de paz en el bullicio de Sydney, donde te tomas un té y hasta te puedes vestir de emperador chino para ponerte en situación; luego, un paseo por el barrio chino, que no tiene nada que ver con el concepto que hay en España, donde puedes comer cosas muy curiosas de cualquier rincón de China, o irte al mercado del Pescado/Fish market, donde seleccionas casi saltando lo que te vas a comer luego (que me perdonen los vegetarianos).
Para moverse por la ciudad, lo más rápido es el metro, pero yo prefiero los lentos ferries que navegan por la bahía y te van dejando en diferentes puntos. Desde Miltons Point, situado en la bahía norte, se tiene una de las mejores vistas de Sydney, con el Harbour Bridge en primer plano, y la Opera al fondo.
Luego es recomendable cruzar el puente caminando y subir a la torre Sur, desde donde la vista sobre toda la ciudad es espectacular. El puente de la bahía fue un hito de la ingeniería cuando se inauguró en 1932, y hoy sigue siendo el puente más largo del mundo de un sólo arco.Al final del puente se llega a The Rocks, el barrio que alberga la zona más antigua de la ciudad.Pasando la Opera, otra de las extraordinarias vistas es desde los Reales jardines botánicos, que nos llevan en un paseo delicioso hasta Macquaries Point, llamado así porque a la esposa del primer ministro de ese nombre le encantaba ir allí a contemplar la ciudad.
Caminando desde The Rocks, pasamos por Circular Quay, punto de encuentro de ferries, buses y trenes. Ya en la Opera House uno no puede quedarse más que boquiabierto con la osada arquitectura que su diseñador, un arquitecto finlandés, plasmó como si el edificio fuera un barco con las velas desplegadas y a punto de zarpar.
Si de día y desde cualquier ángulo el edificio es espectacular, de noche a mí me parece todavía más bonito, porque tiene una iluminación cálida y casi espectral que le hace parecer el barco del Holandés errante en busca de su hogar.
Una visita a Sydney sin visitar las playas que la circundan sería incompleta; en el Norte está Manly, que tiene un delicioso paseo escénico que te lleva por el borde del mar entre acantilados, vegetación semitropical, playas casi desiertas, y el mar siempre a la vista; son 10km, a veces duros por el calor, pero muy agradables; mi primer contacto con un animal en Sydney me ha hecho pensar que si las lagartijas miden 40 cm aquí hay que andar con ojo.
La otra playa más popular de Sydney es Bondi beach, un escaparate de surfistas, patinadores, y cuerpos esculturales, pero que también tiene un bonito paseo hasta Bronte.
Para conocer la historia de Sydney, hay que ir a Parramata, a 1 hora de Sydney río arriba, donde estuvo el primer emplazamiento humano de Australia, por supuesto un penal, y que hoy es una moderna ciudad,
Me he quedado sin poder ir a las Blue Mountains, un parque nacional a 80 km. de Sydney, que es Patrimonio de la Humanidad UNESCO, pero que está ardiendo por los 4 costados; como en mi recorrido por Australia volveré a pasar por Sydney en algún momento, espero que quede alguna esquina que no haya ardido para visitar a las «3 hermanas», su rincón más conocido.
Enero es un buen mes para estar en Sydney, hay conciertos y espectáculos todos los días por el Festival de Sydney, que culmina el 26 de Enero, día de Australia.
Ayer fui a ver un show llamado las «Campanas Celestiales», frente a la Opera, que no puedo casi contaros porque aún no me he recuperado de la impresión: una tramoya aérea de cuerdas, colgada de una grúa, con trapecistas, músicos, y un concierto de campanadas que efectivamente eran celestiales, porque del cielo, a 30 metros sobre nuestras cabezas, venían.
También van a estar por aquí La Fura del Baus, ¡que no les pase nada a los Sydneysiders!, en el programa avisan que la gente lleve calzado y ropa cómoda, que les puede suceder cualquier cosa. Creo que me podría quedar todo el mes en Sydney, pero el Outback me reclama, y su llamada es muy fuerte.
En este enlace podéis ver todas las fotos del viaje de 6 meses en 2002 por Australia y Nueva Zelanda
¡¡ Hasta pronto !!
Desde Sydney, Australia, enero 2002
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