La Finisterrana.

Es el único Camino que no termina en Santiago; la ciudad Compostelana es el punto de partida, y su final está en la impresionante silueta del cabo Fisterra (Finisterre en castellano), el punto más occidental de Europa, y hasta que se llegó a América, el Fin de la Tierra, que es lo que significa en latín Finisterrae. La continuación de la Vía Láctea llevaba a los peregrinos a este lugar, que se alimentó de múltiples ritos paganos y creencias, como que los romanos se sobrecogieron cuando vieron desaparecer el sol en las agua, frase tonta donde las haya, ya que en cualquier lugar de la costa occidental de Italia pasa lo mismo.

Como suele pasar, la costumbre pagana se adaptó a las necesidades de la Iglesia, y ya el Codex Calixtinus en el S. XII vinculó el Camino a Fisterra con la tradición jacobea, ya que cuenta que los discípulos de Santiago viajaron a la ciudad romana de Dugium, en Fisterra, para solicitar al legado romano la autorización para enterrar el cuerpo. No sólo no la consiguen, sino que son encarcelados; huyen y son perseguidos por las tropas romanas. Milagrosamente, cuando cruzan un puente en Negreira, este se derrumba, salvándolos.

Además de esta historia digna de Hollywood, lo cierto es que en Muxía y Fisterra se celebran 2 de las fiestas religiosas más populares de Galicia, la de Nuestra Señora de la Barca, enclavada en un impresionante santuario al borde del mar, en la que se rememora la aparición de la Virgen a Santiago para felicitarlo por su evangelización en la península Ibérica, y el Santo Cristo de Fisterra, en la iglesia de Santa María de Areas, camino del faro, una talla del S. XIV que se supone llegó arrastrada por una tormenta. La rivalidad entre las 2 localidades les lleva a disputarse el título de «Final de la ruta Jacobea», y en el diploma que te entregan al llegar, la Muxiana y la Finisterrana, respectivamente, consta la frase.

Este Camino parte de la Plaza do Obradoiro, baja por rúa de Hortas, y en pocos minutos llega al impresionante robledal (carballeira en gallego) de Lourenzá, para comenzar a subir y obtener las últimas vistas de la ciudad y las torres de la Catedral. Pasa por Ponte Maceira, un puente del S. XIV con molinos y casas restauradas de gran belleza, y la primera etapa suele terminar en Negreira, localidad que puede presumir de aparecer en la novela de Hemingway «Por quién doblan las campanas». Para presumir también es el Pazo de O Cotón, fortaleza medieval bajo cuyos arcos pasa ahora el tráfico rodado.

De Negreira a Olveiroa podemos apreciar muchos hórreos en la comarca de Xallas, y una espectacular vista desde el monte Aro. Después de Olveiroa se encuentra la localidad de Hospital, nombre inequívocamente jacobeo, y lugar donde se bifurca el camino, a la derecha vamos para Muxía y a la izquierda directamente para Finisterre, pasando por Cee; en el primer caso habremos hecho 87 km. desde Santiago y en el segundo 89. Si disponemos de tiempo, la mejor opción es ir a Muxía, y luego continuar a Finisterre por el espectacular camino costero entre las 2 localidades, añade 30 km. al Camino, pero tendremos unas vistas inolvidables de Muxía desde el monte Lourido.

La peregrinación no termina hasta que el peregrino no se desprende de su «vida antigua», representada en alguna de las prendas que lleva, que se queman en el cabo Finisterre como símbolo de que una vida nueva comienza, y la persona que retorna no es la misma que llegó hasta allí. Otra costumbre, sobre todo entre los peregrinos extranjeros, consiste en bañarse en Finisterre desnudo, algo reservado sólo a los valientes (más bien habría que llamarles temerarios), no tanto por el hecho de bañarse desnudo como por lo indómito de sus aguas y la frescas temperaturas.

Este es mi camino de los próximos días, el último de los 8 Caminos de Santiago que recorreré este año, y sin duda alguna para mí el más especial.

¡¡ Ultreia !!

Santiago, 9 de noviembre de 2003