Las torres de las iglesias de Santiago
despuntan siempre en el horizonte

La casualidad quiso que el día de mi retorno a Santiago se le concediera el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia al Camino de Santiago, por ser «lugar de peregrinación y de encuentro entre personas y pueblos que, a través de los siglos, se ha convertido en símbolo de fraternidad y vertebrador de una conciencia europea».

Aunque el Príncipe de Asturias de la Concordia es un cajón de sastre donde caben personas e instituciones tan dispares como Joanne Kathleen Rowling -la autora de Harry Potter-, Daniel Barenboim, Vicente Ferrer, la Real Academia Española, Cáritas Española, Mstislav Rostropovich, Adolfo Suárez y Mensajeros de la Paz, este reconocimiento es la confirmación de que «Europa nació peregrinando», como dijo en su momento Goethe, entendiendo la peregrinación en un ámbito mucho más amplio que el religioso.


Cielo azul en Santiago, un lujo poco habitual

El 7 de setiembre de 2004 amaneció con la promesa de lluvia, pero como en Santiago «la lluvia es arte», eso no me arredró para acercarme a uno de los pocos lugares del mundo donde la piedra está viva, y no lo digo en sentido metafórico, sino real, ya que las tonalidades cambiantes de los líquenes, musgos, hierbas, arbustos e incluso árboles, que de todo he visto en Santiago, le confieren una calidez que diferencia a Santiago de otras ciudades monumentales.

La lluvia fina, xiada en gallego, y calabobos en lenguaje popular, da una sonoridad especial a nuestros pasos por el pulido empedrado de las calles del Casco Viejo. Cuando la lluvia arrecia, el paraguas se convierte en un trasto inútil, pues en Santiago «llueve hacia arriba», tanta es la fuerza con la que rebota el agua en el suelo.

Después de aparcar el coche en las afueras, ya que el año Xacobeo 2004 hace imposible entrar en caballo mecánico a la ciudad, mis pasos me llevan por la rua da Porta da Pena, una de las antiguas 7 puertas de la ciudad, y por la que entran los peregrinos del Camino Francés.


La plaza de la Inmaculada y la fachada de Azabachería

Enseguida llegué al Seminario Mayor, el conjunto de monasterio e iglesia San Martiño Pinario, que en su momento compitió con la catedral en monumentalidad, demostrando el poder de la orden benedictina.

Su fachada oeste, con sus gárgolas de fantasía y los claustros interiores son de gran belleza, y la Iglesia de San Martiño Pinario tiene unas dimensiones desmesuradas para nuestros tiempos, y tiene retablos de gran valor.


Detalle de El Pórtico de la Gloria

Al salir nos encontramos en la plaza de la Inmaculada, con la fachada norte o de Azabachería de la catedral en el otro extremo, pero hay que resistir la tentación de entrar, y dirigirnos a la Plaza da Quintana de Mortos, donde está la Puerta Santa, que sólo se abre en los años Jacobeos, y la torre Berenguela, que con su reloj de una sóla aguja despista al personal.

La cola para la Puerta Santa serpenteaba por la plaza, y varios mendigos intentaban obtener un óbolo de la gente, mientras varias personas aprovechaban los tímidos rayos de sol sentados en la escalinata que va a dar a la Casa de la Parra, famosa por la obra de Valle Inclán, que definió a Santiago como «más eterna que antigua».

Entré a la Catedral por la fachada sur o de Platerías, y como era mediodía, la misa que comenzaba era la del peregrino, pero el templo estaba a reventar, con un calor húmedo que me recordó la razón por la que existe el botafumeiro, el gigantesco incensario que pendulea de lado a lado de la nave, puesto para ocultar otros olores de épocas pasadas en las que la higiene era un bien de lujo.


El báculo-mercado

Decidí dejar para otro momento el vuelo del botafumeiro, y salí por Azabachería, porque la entrada de Obradoiro y el Pórtico de la Gloria están cerrados durante las misas.

Bajé por el corto túnel donde suelen instalarse gaiteros y músicos aprovechando la sonoridad de la bóveda, y desemboqué en la Plaza de Obradoiro, que no por haberla visto cientos de veces deja de maravillarme.

Es una de las plazas más hermosas que conozco, y sus 4 lados están flanqueados por edificios de gran valor, como el antiguo hospital Real de peregrinos del S.XV (1499), hoy convertido en Parador u hotel de lujo, considerado el más antiguo del mundo (no el hotel en sí, sino como hotel instalado en un edificio antiguo), con 4 claustros de gran belleza, y salones que por su nombre ya indican su categoría, como el Salón y Comedor Real.


Un Santiago Apóstol de pega

En la plaza compiten los vendedores de todo tipo de productos para peregrinos de pega, con báculos de todos los tamaños y precios, sombreros y la vieira o concha de Santiago en todas las formas y variantes posibles de uso (en Galicia hace mucho que descubrimos que son excelentes ceniceros y bebederos para ríos y fuente).

Como muestra del eclecticismo actual, 3 inmovilistas, un soldado romano, la emperatriz Cleopatra y un Santiago Apóstol de carne y hueso pero que parecía llevar inmóvil 1.000 años, se disputan las monedas de los turistas, que pagan por hacerse una foto con ellos.

Un poco más allá, un músico de Jazz blanco pero disfrazado de negro pone el toque internacional al sonido de gaitas habituales en la zona.

Como no podía ser menos, un tuno, o mejor dicho un tunante de unos 45 años, intenta vender CDs de la Tuna de Medicina de Santiago. Si es cierto que el hombre ha estudiado medicina, me inclino a pensar que la ciencia médica no ha perdido un gran doctor si a esa edad todavía sigue vistiendo leotardos, capa y cintas de colores por cada amor.


La entrada del Rectorado

En el otro extremo de la plaza está el actual Rectorado de la Universidad, el Colegio de San Jerónimo, cuyo tamaño queda empequeñecido por la magnificencia de la catedral y el hostal de los Reyes Católicos, pero su portada, de románico tardío, es una preciosidad.

El edificio más reciente de la plaza es el del Ayuntamiento, llamado Pazo de Raxoi y sede también de la Presidencia de la Xunta de Galicia y del Ayuntamiento de Santiago. Es del siglo XVIII, y se empleó inicialmente como seminario de confesores de la Catedral.


La sonrisa de Daniel

La fachada de Obradoiro, construída entre 1738 y 1750 por Fernando de Casa y Novóa, es ecléctica y máxima expresión del barroco en España. La enorme escalinata, del siglo XVII, nos lleva a la obra cumbre del románico, el Pórtico de la Gloria, construído por el Maestro Mateo a finales del siglo XII.

El ritual del peregrino, después de doblarse el cuello para intentar abarcar toda la belleza del Pórtico, consiste en posar la mano en el parteluz, sobre la huella que millones de manos han labrado en la piedra dándole un tacto de seda, y después da tres croques o golpes en la frente en la figura del Maestro Mateo, o Santo dos Croques, que por suerte todavía no se ha partido por exceso de cabezazos.


El Pórtico de la Gloria, más hermoso con sol

Si el día es soleado, mejor visitarlo por la tarde, cuando los rayos de sol iluminan el rostro del profeta Daniel, que sonrie pícaramente y nadie sabe muy bien por qué.

Las calles paralelas de El Franco, para los que prefieran la ruta gastronómica, y las rúas do Vilar y rúa Nova, con sus soportales de piedra diseñados para evitar que uno se moje en los numerosos días de lluvia en Santiago, nos llevan hasta el parque de la Alameda, desde donde se tiene una de las mejores vistas de los tejados de Santiago y la Catedral.

De los más de 100 edificios históricos de Santiago, que incluyen iglesias, conventos, seminarios, pazos, casas, museos, teatros, colegios, edificios universitarios y hospitales, yo destaco el Colegio de Fonseca, sede de la Biblioteca Xeral de la Universidad, que dicen inspiró a Umberto Eco su famosa biblioteca de El nombre de la rosa.


El patio interior en Fonseca

Su fachada es renacentista y es también sala de exposiciones; albergó el primer parlamento de la recuperada autonomía gallega. La recoleta plaza de Fonseca es el punto de partida (o de llegada más bien) de la famosa ruta Paris-Dakar de estudiantes, que en este caso no es motorizada, sino una ruta de bares de parada obligatoria para respostar Ribeiro que unen los famosos bares Paris y Dakar de la ciudad.


¿Te atreves a entrar?

Los nombres de muchas calles en Santiago destilan poesía, y algunas suponen un reto para el caminante, como la «sae se podes» o sal si puedes, que invita a recular a los medrosos y embravece a los temerarios, como si se fueran a encontrar en ella un laberinto de Minotauro del que difícilmente saldrán vivos.

Santiago ha sido, al contrario que el año pasado con mi proyecto Camino a Santiago, punto de partida de la nueva aventura que me llevará durante más de 3 meses a recorrer los 38 lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en España, en la que espero que me acompañeis virtualmente.

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¡¡ Hasta Pronto !!

Desde Santiago, 12 de Setiembre de 2004