La Torre de Hércules es uno de mis primeros recuerdos de infancia, y no precisamente de los buenos, ya que la primera vez que la visité fue por un accidente que sufrí.

Tendría unos 7 años y mis padres estaban preparando las cosas para irnos a pasar un espléndido día de playa. Me enviaron a la lechería, entonces todavía había ese tipo de establecimientos en La Coruña.

Regresaba todo ufano y presuroso con la botella de vidrio cuando tropecé y caímos los 2 al suelo, y me puse a llorar, no por la leche derramada, sino porque un profundo tajo en mi mano sangraba a borbotones.

Me llevaron a urgencias, me cosieron, no sé si muy bien porque todavía conservo una buena cicatriz en la que se aprecian hasta los puntos, y una vez tranquilizado, decidieron irse igualmente a la playa, así que me dejaron al cuidado de un familiar. Supongo que para distraerme y que no diera el coñazo con el «me duele, me duele» y esas cosas, decidieron llevarme a la Torre.


La escalera interior de la torre

Mi recuerdo es el de un monumento muy grande, la agotadora subida de más de 200 escalones (creo que los conté) en mis precarias condiciones físicas, y la llegada a la terraza, donde me aupaba sobre las puntas para ver el infinito horizonte.

Entonces no lo supe, pero creo que allí se plantó la semilla del futuro viajero que algún día cruzaría el Finis Terrae para descubrir qué hay al otro lado del mundo, y que visita cada faro que ve, atraído por su luz.


Hércules custodiando la entrada de la torre

Esta primera experiencia con la Torre de Hércules no me dejó ningún trauma infantil, ya que durante mis años de aficionado al atletismo uno de mis lugares preferidos para ir a correr eran los senderos que circundan la torre, excepto en los días de fuerte viento en los que podías salir volando literalmente.

El entorno de la torre, por razones lógicas, no tiene iluminación pública, ya que interferiría con la luz del faro, y eso fue aprovechado, en los tiempos en que se llegaba con el coche hasta la explanada anexa para que muchas parejas fueran a «admirar» el paisaje nocturno desde el faro. No sé si hoy en día el aparcamiento cercano sirve para los mismos menesteres.

Probablemente unos cuantos coruñeses, sin saberlo, han sido concebidos bajo la torre, rememorando la leyenda de Hércules y sus relaciones con una tal Crunna; en este caso la palabra dar a luz o alumbrar tiene doble significado.


La rosa de los vientos

Siempre que venían amigos de visita a La Coruña, les «castigaba» con subir los 242 escalones que llevan hasta el maravilloso mirador de la Torre, a 106 metros de altura, los 49 de la torre más los 57 de la colina en la que se asienta.

Cuando me fui a vivir a Madrid el que regresaba como turista a visitarla era yo, sumido en la nostalgia de su luz, que no alcanzaba a cubrir, a pesar de su potencia, los 600 km. que separan La Coruña y Madrid.


Custodiando la torre

Recuerdo con gran tristeza la imagen de la Torre completamente ennegrecida por el negro humo del mar Egeo, el petrolero que encalló en 1992 delante de sus narices, dejando sus hierros retorcidos durante varios años como recuerdo de una imprudencia criminal, hasta que fue retirado.

Supongo que si la torre pudiera hablar diría ¿otra vez?, porque en 1976 pasó prácticamente lo mismo, el petrolero Urquiola explotó en la entrada al puerto de La Coruña, por culpa de unas agujas rocosas no indicadas en las cartas marinas (que por cierto no fueron dinamitadas hasta el año 2003), y de nuevo exclamaría en 2002 ¿¡ya está bien, no!?.


La protesta de
Greenpeace por el Prestige

Como no hay 2 sin 3, aunque fue un poco más lejos, la catástrofe del Prestige trajo a La Coruña en forma de chapapote la imagen de que el hombre es el único animal que tropieza muchas veces en la misma piedra.

Aunque la torre no habló, se encargaron de ello los activistas de Greenpeace que descolgaron una pancarta tan alta como ella.

La torre es un símbolo presente en la vida de La Coruña y de muchos de sus eventos importantes.


El Teresa Herrera

El trofeo Teresa Herrera, el torneo veraniego y decano del fútbol español, es siempre una torre de hércules de plata de tamaño casi natural, que los agotados jugadores ganadores del torneo suelen tener problemas en levantar.

El deportivo de La Coruña lo ha ganado 12 veces y la del 2004 ha sido la edición LIX, ya que se juega ininterrumpidamente desde 1946.

Más reciente, el salón del comic viñetas desde el Atlántico incluye invariablemente la Torre de Hércules en su iconografía.


El salón del comic

Va por la séptima edición y durante una semana los coruñeses nos podemos encontrar en los rincones más insospechados un hombre araña, a batman, superman, mortadelo y filemón, tintín, clara de noche, lucky lucke, el capitán trueno, el jabato, Asterix, Obelix y alguno más que ahora no recuerdo.

Otros recuerdos no son tan lúdicos y agradables, ya que en la infame posguerra civil, la torre fue testigo de numerosos «paseos» a los que eran llevados los prisioneros republicanos que estaban en la cárcel situada a escasos 200 metros del faro, y frente a la ensenada de As Lagoas, que todavía hoy acoge presos de tercer grado, a la espera de que sea museo municipal, espero que temático sobre la apasionante historia de la Torre de Hércules.


El poster del año 2004

Estos tristes momentos para la historia de la ciudad fueron magistralmente recreados por el escritor Manolo Rivas en la novela El lápiz del carpintero, posteriormente llevada al cine por Antón Reixa, en la película homónima, rodada precisamente en la cárcel de La Coruña y su entorno.

Hay un proyecto para hermanar la Torre de Hércules con otro famoso faro, la estatua de la libertad en Nueva York.

Algunos de los norteamericanos que apoyan esta iniciativa son descendientes de gallegos que pasaron, a principios del siglo XX y durante la guerra civil española, por delante de la Torre de Hércules en barcos camino de una nueva vida, que muchos encontraron en Nueva York después de la correspondiente cuarentena en la isla de Ellis.

Para ver el album multimedia de la Torre de Hércules, haz click aquí.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde La Coruña, 20 de setiembre de 2004