Catedral Santo Domingo de la Calzada.

La Rioja es una de las comunidades españolas donde la espiritualidad se manifestó más profundamente en los tiempos antiguos, plasmada en el Camino de Santiago y la profusión de monasterios, iglesias y cenobios desperdigados por la región.

Aunque los únicos monasterios incluidos en el nombramiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad son los de Suso y Yuso, por las especiales circunstancias que los rodean al haber sido cuna del castellano, uno no puede ir a la Rioja y marcharse sin visitar el monasterio de Sta. María de Valvanera en Anguiano, el de Santa Elena en Nájera, San José en Calahorra, y por supuesto Santo Domingo de la Calzada, con su imponente catedral y lugar de una de las leyendas más conocidas del Camino de Santiago, la del peregrino ahorcado.


Nombramiento UNESCO

Un joven peregrino fue acusado injustamente de robo por una moza a la que le negó sus favores, y la horca fue su castigo. Los padres fueron a recoger su cuerpo, y descubrieron que el hijo estaba vivo a pesar de estar colgado, gracias a la intercesión de Santo Domingo.

Fueron al alguacil a pedir que lo descolgaran, y éste estaba a punto de comerse una gallina asada, así que les respondió a los padres que “su hijo estaba tan vivo como la gallina que se iba a comer”; la gallina se levantó y salió corriendo, y el joven pudo seguir el Camino, por eso se dice “Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”.


El monasterio de Suso

En este año santo, Santo Domingo es un hervidero de peregrinos, y salvo que seas uno o te alojes en la hospedería Cisterciense que cierra sus puertas a las 11 de la noche, el alojamiento no es económico, empezando por el Parador, así que decidí irme a Ezcaray, un tranquilo y bonito pueblo a 15 km. de Santo Domingo, que tiene el albergue de la Real Fábrica, y un restaurante, el Echaurren, que fue premio nacional de gastronomía hace años y no ha desmadrado sus precios como otros.


Panorámica de Suso

Desde Ezcaray hay además un precioso camino de montaña, atravesando la sierra de la Demanda y pasando por la estación de esquí de Valdezcaray, hasta San Millán de la Cogolla, donde se encuentran los monasterios de Suso y Yuso, pero en el albergue me dijeron que sólo era recomendable en 4×4, así que tuve que regresar a Santo Domingo y hacer 30 kilómetros, sabiendo que los tenía justo al otro lado de la montaña.


Aracadas en Suso

Los nombre de Suso y Yuso no tienen nada que ver con sus fundadores o similar, sino que vienen del latín, ya que Suso viene de “sursum”, arriba, y Yuso de deorsum, abajo, ya que esa es la ubicación de los 2 monasterios, Suso en la montaña y Yuso en el llano.

El primero y original fue Suso, situado donde un eremita, San Millán, vivió en una cueva en el siglo VI, y fue construido y reconstruido durante varios siglos, así que hoy es una mezcla ecléctica de las cuevas de los eremintas, el cenobio visigótico, el arco mozárabe de la entrada y la ampliación románica.


Monasterio de Yuso

No se puede llegar en coche, sino que sale un minbús cada 20 minutos desde San Millán, y la vista desde arriba del valle y el monasterio de Yuso es fantástica; no me extraña que San Millán, al menos según la leyenda, viviera 101 años, en una época en que la esperanza de vida no superaba los 35.

El lugar donde Suso fue construido, en la ladera de la montaña, dificultaba su ampliación, y el rey García decidió llevar los restos de San Millán al monasterio de Santa María en Nájera, pero la yunta de bueyes se paró en el valle y nadie pudo ponerlos en marcha de nuevo, así que allí se fundó el monasterio de Yuso, impresionante por su tamaño, aunque no es el monasterio románico original, sino que fue contruído por los benedictinos entre los siglos XVI y XVIII.

La visita es guiada, y al contrario de lo que me pasó en la visita al monasterio de El Escorial (por cierto, a Yuso se le llama El Escorial de la Rioja por su monumentalidad), donde la guía era tan pequeña como autoritaria, Berta Esteban, que así se llama la guía que nos llevó por el monasterio de Yuso, es todo lo contrario.


Escalera real en Yuso

Afectuosa, divertida, y muy cariñosa, te tocaba mientras hablaba, se fue a acompañar a un señor que había perdido a su grupo, y derrochaba entusiasmo y espíritu crítico mientras nos contaba la historia y leyendas del monasterio, como la de San Millán Matamoros, esculpido en la portada del monasterio, que supuestamente acompañó a Santiago Matamoros en la batalla de Simancas, algo improbable, por no decir imposible, para un eremita como San Millán.

El monasterio estuvo abandonado después de la amortización de Mendizábal, hasta que en 1878 los monjes Agustinos Recoletos lo volvieron a ocupar, y precisamente como se cumplían 125 años de su permanencia en el monasterio, había una exposición muy interesante, donde se mostraban algunos de los códices más valiosos de su biblioteca.


Pinturas en la sacristía

Mención especial hay que hacer al archivo de cantorales, algunos de ellos de hasta 120 kg. de peso y 1 metro de alto, que tenían que ser transportados en un carrito especial hasta la iglesia, y guardados en unos armarios dotados de un ingenioso sistema de peanas para moverlos, y con entrada para que el gato diera buena cuenta de los ratones, ya se sabe que a estos les gusta bastante el papel.


Uno de los cantorales

La biblioteca del monasterio es de gran valor, no en vano en él nació oficialmente el castellano cuando se decidió utilizar el habla del pueblo, el romance, para añadir aclaraciones a los textos cultos en latín que los legos no entendían, y se escribieron las “Glosas Emilianenses) que se conservan en facsimil; aquí también se escribió por primera vez en euskera, lo que se menciona en una placa de la entrada.


Exterior del monasterio

En el monasterio se encuentra la famosa Hospedería de San Millán, donde nos podemos alojar en un ambiente monástico, aunque por el precio y las 4 estrellas que lo adornan, seguro que la comodidad no es la misma que la de los monjes.

Si quieres ver el album de fotos de Suso y Yuso, haz click aquí.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde San Millán de la Cogolla, 27 de septiembre de 2004