La Torre de la Catedral de Valencia. |
La casualidad quiso que llegará a Valencia en el día de su comunidad, el 9 de Octubre, así que la ciudad hervía de celebraciones.
En la playa de la Malvarrosa, además, estaban los barcos de la Copa América disputando uno de los desafíos previos a la gran regata del 2007.
Lo que no estaba para grandes celebraciones era el edificio de la Lonja de Mercaderes o de la Seda, nombre que me gusta más, uno de los más representativos e importantes del gótico en Europa, medio cubierto por lonas y andamios ya que se está acometiendo una profunda limpieza y restauración.
Es Monumento Nacional desde 1931 y Patrimonio de la Humanidad desde 1996.
Columnas helicoidales de la Seda |
Como si la envidiara, el enorme Mercado Central que se encuentra justo enfrente de la Lonja está también en profundo proceso de rehabilitación con un más que respetable presupuesto de 9 millones de euros para los 8.000 metros cuadrados que tiene uno de los mercados más grandes de Europa, de estilo Modernista y construido en 1928.
En todo caso la parte visible del edificio de la Seda justificaba por si sola una visita a Valencia, que además tiene otros muchos atractivos para visitarla, aunque no sean Patrimonio de la Humanidad, como la Ciudad de la Artes y las Ciencias.
Gárgola en la Seda |
Ya dijo Azorín que “si quisiéramos definir la bella ciudad en pocas palabras, diríamos que Valencia es la ciudad de las flores, de la seda y de la poesía”.
Por eso el edificio lleva el nombre de la en aquellos tiempos exótica y cotizada tela que venía del lejano oriente, un comercio que plasmó magistralmente Alessandro Baricco en su novela Seda.
En 1469 el Consejo de la Ciudad decidió construir un edificio impactante que albergara el floreciente comercio de la época, ya que Valencia era una de las ciudades más importantes del Mediterráneo.
El comienzo de las obras está plasmado en piedra con la fecha 1483, con el encargo de hacer una lonja “bella, magnífica e sumptuosa”, y las obras principales terminaron en 1498, como se encarga de recordar la inscripción en latín de la sala de Contratación, la principal del edificio.
Ventana de la Seda |
Traducido al castellano viene a decir “Casa famosa soy en 15 años edificada. Compatricios, comprobad y ved cuan bueno es el comercio que no lleva el fraude en la palabra, que jura al prójimo y no le falta, que no dé su dinero con usura. El mercader que viva de este modo rebosará en riqueza y gozará por último de la vida eterna”. En realidad las obras no terminaron hasta 1548.
Figura en la portada |
De las 4 partes del edificio, la sala de Contratación, o salón columnario por las hermosas columnas helicoidales en forma de palmera, el Patio de los Naranjos, el Torreón y el Consulado, sólo se podían visitar las 2 primeras, así que para otra visita dejaré la famosa escalera de caracol en piedra, una arriesgada obra en la época, ya que no tiene eje interior, que lleva a las plantas primera y segunda del Torreón, donde estaba la prisión de los mercaderes convictos de fraude.
Banderas en el tejado |
El Patio de los Naranjos es pequeño y apacible; hay que fijarse en los motivos escultóricos de la portada, que al igual que las gárgolas tienen formas vegetales, zoomorfas, humanas, a veces mezcladas en posturas extrañas que han estimulado la fantasía de los valencianos durante mucho tiempo. También hay varios escudos de Valencia esculpido en piedra y con un detalle extraordinario.
Escudo de Valencia |
La otra sala que no se visita, el Consulado o Consolat del Mar, alberga una institución de Valencia del S. XIII, que se ocupaba entonces de los asuntos marítimos y mercantiles de la ciudad.
Desde 1934 la sustituye el Consulado de la Lonja, que se reúne todos los viernes. Los Domingos la Lonja sirve para otro tipo de mercado, el de numismática y filatelia, para demostrar que 500 años después sigue formando parte de la nervatura vital de la ciudad.
Techo de la Seda |
Esta nervatura tiene hoy nuevos elementos, que visité fascinado porque todo lo que reúne ciencia y cultura con diversión y didáctica me gusta, y sin duda uno de los mejores ejemplos en España está en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el ambicioso proyecto que utiliza parte del antiguo cauce del Turia y que pone a Valencia en la vanguardia del S. XXI.
Es la llamada ruta del tercer Milenio y desde luego que no pudieron entrar en él mejor los valencianos.
El Hemisferio |
3 de sus principales elementos, el Oceanográfico, el Hemisferio y el Museo de las Ciencias, están ya terminados, y el Palacio de las Artes está en construcción todavía. La arquitectura es tan arriesgada como bella, y el ojo abierto del Hemisferio, con sus vanguardistas instalaciones de imagen y sonido, es un reflejo de los de la gente cuando ve estos edificios espectaculares y al mismo tiempo prácticos.
El museo de las Ciencias |
El Oceanográfico tiene miles de visitantes todos los días, porque algunas atracciones como el delfinario atraen masas, pero al mismo tiempo alberga instalaciones con un objetivo educativo y didáctico, como las zonas de humedales y selvas tropicales, y otras como la de pingüinos de la Antártida que me devolvieron momentáneamente a mis paseos por la península Antártica en 2003 entre cientos de pingüinos Adelia, eso sí con una temperatura unos cuantos grados por encima.
Lo que me parece imperdonable es que para una visita que no es barata, ya que según visites 1, 2 o las 3 instalaciones te puedes gastar hasta 25 euros, no te den un catálogo o folleto completo de las exposiciones y contenidos.
Según la chica de la entrada, estaba “agotado”, frase que desgraciadamente he oído unas cuantas veces en mi periplo por el patrimonio español.
El delfinario |
Para completar la visita a Valencia, la oficina de Turismo sugiere varias rutas, divididas por colores; la ruta verde que engloba la Seda, el Mercado Central y la Plaza de Toros entre otros; la ruta azul con el Ayuntamiento, la Universidad y Correos.
El paseo por el antiguo cauce del Turia, hoy convertido en parques, zonas de juego para niños con un Gulliver gigante a modo de montaña rusa, alquiler de calesas, pista de footing, etcétera, es una bocanada de oxígeno en el siempre denso tráfico de la ciudad.
El Oceanográfico |
La ruta roja con el Jardín Botánico, uno de los mejores de Europa, y el famoso IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno); la ruta naranja nos lleva al Conjunto Catedralicio, los jardines del Real con el zoológico y el Museo de Ciencias Naturales, y el Palau de la Generalitat.
Ninguna visita a Valencia está completa sin hacer la llamada ruta marinera, por las Reales Atarazanas, donde se construían los barcos de la época, y la Casa Museo de Blasco Ibáñez, el universal escritor valenciano y gran viajero, en la playa de la Malvarrosa.
El broche de oro de mi recorrido por Valencia fue el desfile de moros y cristianos por el centro de la ciudad, como es habitual muy vistoso y ruidoso, con las mujeres vestidas de odaliscas y los moros y cristianos lujosamente vestidos y cargados de enormes trabucos con lo que ayudar al pasatiempo favorito de los valencianos, las orgías de pólvora, cuanto más ruidosas, potentes y largas mejor.
Los moros |
Aún no se me ha pasado el susto de las bombas de palenque que lanzaron al mediodía, una por cada campanada, con las que temblaron todos los cristales de la ciudad.
Aunque parezca increíble, la peor paella que he tomado en mi vida ha sido en Valencia. Son esos días de mala suerte en que eliges el restaurante peor atendido, de peor calidad y además caro; era tarde después de la fiesta de moros y cristianos, y encontramos de milagro una mesa en una terraza bulliciosa.
Valencia de noche |
Después de media hora de paciente espera conseguimos que nos atendieran, y otro buen rato de aguante nos trajo la decepción de una paella seca, recalentada e intragable. «En casa del herrero cuchillo de palo»
Para colmo de males, un músico callejero empezó a tocar para sacarse unas monedas, que yo creo que la gente le dio para que se fuera lo antes posible, de lo malo que era, y efectivamente cantó una sola canción y se fue «con la música a otra parte» a martirizar a los de otra terraza.
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¡¡ Hasta Pronto !!
Desde Valencia, 10 de Octubre de 2004
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