San Pedro. En medio del volcán

Mis diarios de volcanes en Nicaragua se llamaron «Bajo el volcán«, y «Sobre el volcán«, y desafortunadamente a este le tengo que llamar «En medio del volcán«, porque he fracasado en mi intento de subir el volcán San Pedro en el lago Atitlán. Este lago es uno de los más bonitos que he visto en mi vida, rodeado de altas montañas, y con 3 imponentes volcanes a la orilla misma del lago: el Atitlán (3.540 m), el Tolimán (3.130), y el San Pedro (3.020 m). Tanto el Atitlán como el Tolimán requieren 2 días y hacer camping, así que me decidí por el San Pedro, asequible en un (largo) día de subida.

El viaje desde Antigua ha sido muy entretenido, porque en Guatemala por ley está prohibido viajar de pie en los autobuses, pero por supuesto no hacen ni caso, primero reparten taburetes de plástico para que la gente se siente apretujada en el pasillo, pero no contentos con ello, meten al resto del personal al estilo del «camarote de los hermanos Marx», con el grito «córranse, córranse«, como si eso fuera un orgasmo colectivo en vez de un transporte colectivo. Cuando se pasa un control de policia, algo habitual en Guatemala, el conductor pega un grito de «agáchense«, y todo el mundo al suelo. Yo era privilegiado y estaba sentado en el suelo, en la escalerita de entrada del bus, y no tenía que practicar el cuerpo a tierra.

Finalmente llegamos a Panajachel, más conocida como Gringotenango o Gringolandia, por la cantidad de hippies de los 60 que vinieron aquí en busca de precios baratos y permisividad con las drogas, y que se han quedado «colgados como un guacamayo». Mi destino está al otro lado del lago, en el pueblo San Pedro La Laguna, más tranquilo y situado justo en las faldas del volcán.

En las orillas del lago Atitlán viven más de 70.000 mayas, con 9 dialectos diferentes, repartidos en 11 pueblos al borde del lago, y que han crecido tanto que están poniendo en peligro el equilibrio ecológico de la zona. San Pedro no es una excepción y se extiende desordenadamente por la orilla del lago, con basureros incontrolados, y cientos de lanchas rápidas que diariamente atraviesan el lago de una población a otra acarreando turistas y vendedores, y que contrastan con los cayucos o canoas típicas mayas, que se deslizan silenciosamente por el lago con sus remeros de rodillas.

En la lancha conozco a Nicolás, un guate que habla con otro ocupante, que resulta ser el médico del pueblo, de sus problemas con el alcohol, algo bastante habitual aquí. Charlamos y me lleva a un alojamiento alejado del centro del pueblo porque necesito un poco de descanso y tranquilidad (no me podía imaginar lo que me esperaba esa noche). Después de dejar mi mochila, me voy en busca de un guía, son más de 1.500 m de subida porque el lago está a 1.500 m de altitud.

Enseguida encuentro a un guía llamado Francisco que tiene bastante experiencia en subidas al volcán. El resto de la tarde me la paso descansando en la hamaca con la vista del volcán enfrente de mí, y comprando abundantes provisiones y agua, para no que me pase lo del volcán Concepción en Nicaragua.

Ceno un buen pescado del lago, y me voy a las 9 pm a dormir, porque he quedado con Francisco a las 5 am. Cuando llego al hospedaje, las habitaciones contiguas están ocupadas por 6 argentinos ruidosos que evidentemente no suben al día siguiente al volcán, y durante 2 horas me amenizan con sus «pláticas».

Cuando finalmente me estoy quedando dormido, empiezo a escuchar música «house» a todo volumen, y no me lo puedo creer, el restaurante que está al lado del hospedaje es el «after hours» de San Pedro, es Sábado, hay luna llena, y el ambiente es muy animado, tanto que a las 4h30, cuando salgo con mi mochila sin haber pegado un ojo, siguen allí de marcha.

Mi «marcha» es diferente, pensaba que la primera parte la haríamos bajo la luz de la luna llena, algo que me encanta, pero está muy nublado, y caminamos medio a tientas hasta que la luz del amanecer empieza a clarear; pasamos entre cafetales, maizales, y plantaciones de aguacates; como suele suceder en las zonas volcánicas, la tierra es muy fértil. Enseguida el camino se empina y empiezo a notar la falta de sueño. Sigue muy nublado, y le comento a Francisco que hasta los pájaros, que normalmente te animan los amaneceres, parecen estar tristes hoy. Paramos a desayunar para ver si despeja un poco y recupero energías, pero las nubes se ponen cada vez oscuras.

Allá en el borde del lago, entre neblinas, se ve San Pedro, unos 400 m más abajo; retomamos el camino, y de repente empieza a arreciar la lluvia; después de meses sin ver llover, es el peor momento en que deseo ver la lluvia. Le pregunto a Francisco si es habitual, dice que en esta época no, porque hasta mayo no llegan las lluvias, y que si a 2000 metros está lloviendo, arriba en la cima debe estar. El efecto combinado de estas noticias, la falta de sueño y la perspectiva de no ver nada en el hipotético caso de llegar a la cima, me hacen tomar la decisión de abandonar.

Llevo además 100 días de viaje, y creo que las fuerzas empiezan a estar un poco justas, dentro de unos días termina mi etapa centroamericana, y antes de dar el salto a Sudamérica, descansaré unos días en casa de unos amigos en Cancún, un lugar que en condiciones normales no estaría en mi itinerario, pero que en este caso seguro me sentiré en la gloria.

Al llegar de vuelta al hospedaje a las 8 am, empapado y decepcionado porque San Pedro está ahí como diciéndome que no me quería abrir sus puertas, y ver que finalmente todo está muy tranquilo, me dan ganas de poner música a todo volumen, pero como pagarían justos por pecadores, decido sencillamente echarme a dormir. Es Domingo de Ramos, y el pueblo está en ebullición, pero eso os lo contaré en el próximo diario.

¡¡ Hasta Pronto !!

Desde San Pedro La Laguna. Lago Atitlán, 08/04/2001

Guatemala