That Luang, templo en Vientiane

That Luang, templo en Vientiane

Una perfecta definición geográfica de Laos es que es más largo que un día sin pan, y consecuentemente los viajes en autobús también lo son.

Tampoco ayudan precisamente las carreteras en Laos.

De Paske a Vientiane, la capital del país, hay 700 kilómetros por la ruta 13 (con ese número los supersticiosos deberían abstenerse), y un autobús suele tardar unas 15 horas.

Buda en metal.

Buda en metal.

No es porque la velocidad media sea baja (ojalá, porque los animales están cruzándo continuamente la carretera), sino porque las paradas son eternas, para subir mercancías al techo, para comer, para charlar con otros conductores, etcétera.

La primera vez tomas un camión, donde vas apretujado como en una lata de sardinas; luego cambias por bus local, que no tiene aire acondicionado, y tardas lo mismo pero al menos tienes un asiento para tí; decides darte un lujo y compras un billete en bus VIP, y descubres que tarda lo mismo, eso sí, con A/C.

Finalmente te decides por un mini-bus, que esos al menos no hacen paradas intermedias e interminables.

Vientiane será la capital de Laos, pero tiene una falta de glamour total. Se nota que durante la época soviética un 20% de su población llegó a ser rusa y dejaron su impronta en la arquitectura megalómana e impersonal.

El paisaje en Vang Vieng

El paisaje en Vang Vieng

Estaba cenando una noche en una terraza al lado del centro cultural, y de repente empezó a sonar música que venía del interior.

Pensé que estaba en la Plaza Roja de Moscú, pero los tejados claramente indicaban que no.

Muchas calles están sin asfaltar, y la ausencia de edificios altos le da un aire provinciano, aunque tenga 600.000 habitantes, un 10% de la población del país.

Pescando en el río

Pescando en el río

La zona de mochileros está en torno a la orilla del Mekong (la otra orilla es Tailandia), llena de bares y restaurantes con terrazas y cerveza barata donde refrescarse del intenso calor.

Es el único lugar del país donde se puede tomar cerveza a presión y no en botella o lata, por supuesto marca Lao beer, sin duda la mejor cerveza de Asia, que está participada en un 25% por Carlsberg.

Pescando el sol

Pescando el sol

Vientiane sí que tiene algunos de los templos más hermosos del país, como la estupa That Luang, que brillaba como si fuera de oro con la luz del amanecer.

Fue construída en 1.566, pero arrasada en varios conflictos militares.

Su reconstrucción es de principios del S. XX por los franceses.

Se dice que tiene un pelo de Buda, lo que no sé es si eso es importante porque precisamente los monjes budistas llevan la cabeza rapada.

Puesta de sol

Puesta de sol

De Vientiane me fui, por la ruta 1, a Van Vieng, un lugar que se hizo famoso hace años porque las drogas, si no legales, sí que estaban toleradas, y se llenó de hippies y mochileros.

Básicamente Van Vieng es un pueblo de 4 calles, seguramente con la plaza más grande del mundo, porque ese es el destino de la que fue pista de aterrizaje de los aviones USA durante la guerra de Vietnam (las carcasas de las bombas se utilizan aquí para todo, incluso son unos estupendos maceteros).

Búfalos refrescándose

Búfalos refrescándose

Hasta 1977 no tuvo electricidad y sólo había 2 hostales, pero desde entonces han ido rápido, porque los bares y restaurantes con divanes, donde la gente se recuesta a ver la vida pasar, las agencias y los hostales se cuentan por docenas.

La atracción no son ya las drogas, al menos eso me pareció a mí, sino las variadas actividades que puedes hacer en sus alrededores, ya que es una zona kárstica o calcárea con decenas de cuevas que se pueden visitar, muchas de ellas son templos, y practicar la actividad preferida del personal, el tubing, que consiste en dejarse deslizar río abajo sentado en un neumático de tractor mientras bebes una Lao.

Cueva en Vang Vieng

Cueva en Vang Vieng

En el recorrido río abajo hay varias estaciones de servicio, donde puedes reponer la cerveza, escuchar música chillout y hacer el indio saltando de plataformas de madera o columpiándote sobre el río (en sentido literal, no figurado).

También se pueden hacer rutas en elefante. Yo elegí una de las actividades consideradas de «riesgo», supongo que por el calor que hace allí, que era una combinación de trekking, caving, tubing y kayaking.

De pesca

De pesca

Primero visitamos la cueva del elefante, donde varias estalacticas de gran tamaño tienen la forma de un elefante.

Hay un pequeño templo dedicado a Buda.

Luego caminamos a otra cueva, de 7 kilómetros de largo, que se recorre flotando en neumático de tractor, pero no en toda su longitud, sólo unos 500 metros, 1 km entre la ida y la vuelta, que son suficientes, sobre todo para los claustrofóbicos, porque aunque te dan linterna, la cueva es pequeña y la oscuridad y silencio absolutos, excepto las gotas de agua que caen del techo.

Niños jugando

Niños jugando

En época de lluvias no se puede recorrer porque toda la cueva está inundada.

Comimos a la salida, y luego hicimos un trekking de casi 2 horas en el peor momento del día, cuando el sol apretaba más.

Por suerte, luego teníamos 4 horas de kayak río abajo hasta Vang Vieng, que fueron una absoluta delicia.

El río llevaba poca agua y en algunas zonas había que buscar los pasos para no quedarse atascado en las rocas, mientras la vida cotidiana de la gente en el río pasaba lentamente ante nuestros ojos.

Relax en el río

Relax en el río

Los hombres pescaban con gafas de buceo de los años 50, o con pequeñas redes con plomos en el extremos.

Las mujeres cogían agua o lavaban en el río, y los niños practicaban su actividad favorita, nadar y chapotear en el río, y hacer cabriolas para la foto.

En cuanto el sol comenzó a bajar, los búfalos se metieron en el río en manadas para refrescarse y hasta pudimos ver a un elefante con su cuidador duchándose con la trompa.

Camino de la ducha

Camino de la ducha

A veces pasabas debajo de precarios puentes de bambú, intentando no golpearlos con el kayak, porque tenías la sensación de que se podía desmoronar en cualquier momento.

En 4 horas río abajo no vi ninguna barca a motor.

Llegamos a Vang Vieng justo a tiempo para ver la puesta de sol sobre las montañas kársticas, una auténtica tarjeta postal.

bicicleta acuática

bicicleta acuática

Hay varios resorts al borde del río y unas cuantas terrazas de bambú desde las que disfrutar observando el reflejo dorado del sol en el río y los cambios de luz.

Eso sí, con un buen repelente de mosquitos, porque en cuanto se pone el sol, es su hora de «merienda», y aquí los hay de varios tipos, a los que les encantan los tobillos y las articulaciones, y los que te zumban en el oído retándote a que los pilles.

Paisaje kárstico

Paisaje kárstico

Hay gente que lleva un dispositivo curioso, una especie de raqueta que funciona a pilas, y que «fríe» los mosquitos, al estilo de las que tenemos en los bares en España.

Dicen que es muy efectivo, Made in China, cómo no.

Los kayas al final del recorrido

Los kayas al final del recorrido

El ambiente nocturno en Vang Vieng es cuanto menos curioso.

Cuando subí en el minibus en Vientiane pensé que ibamos a Khatmandú, porque el resto de la gente vestía a lo hippie, con rastas, piercings, tatuajes orientales, brazaletes y pulseras en los tobillos, y «buen rollito».

Esperaba encontrarme bares con música de sitar, incienso y luces psicodélicas; en cambio la gente estaba reclinada sobre almohadones, bebiendo cerveza y viendo Friends en DVD.

Me sorprende que Friends sea el referente de los hippies del S. XXI, aunque más bien me inclino a pensar que, como todas las generaciones, andan un poco perdidos a los 20 (bueno, yo de hecho sigo buscando mi camino 25 años después).

Niña

Niña

Una muestra del carácter de los laosianos, que en mi primer diario mencioné como relajado y nada agresivo con el turismo, es que cuando le comenté al chico del hostal Malani, donde me alojaba y contraté el tour, que el guía se había desentendido de nosotros, no nos había contado nada de la historia de las cuevas, y se limitaba a beber y ofrecernos Lao-lao, el licor de arroz típico de Laos, me miró azorado y me dijo «entonces te tengo que devolver dinero», sin haberlo yo pedido. ¡Chapeau!.

Vang Vieng desde el hostal Malany

Vang Vieng desde el hostal Malany

La siguiente parada fue Luang Prabang, antigua capital del reino del millón de elefantes y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pero merece un diario exclusivo.

Allí pase mi tercer fin de año en 4 meses, ya que después del occidental en España y el chino en Lijiang, ahora me ha tocado el budista, el 2548 de su era, que es una celebración muy húmeda y colorista.

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¡¡ Hasta Pronto !!

Carlos, desde Luang Prabang, Laos, 13 de Abril de 2005

 

Vagamundos 2005. Laos. Vieng Viang