Mi primera semana en Sri Lanka fue de mucho calor, y después de torrarme en Colombo y Galle, decidí ir a las famosas playas del sur, concretamente a Tangalle, a refrescarme un poco, pero el ambiente no me convenció, a estas alturas del siglo XXI encontrarte por todas partes chiringuitos con la música y la imagen de Bob Marley y el Che Guevara me pareció fuera de lugar, así que cambié ruta hacia el interior, hacia Ella.
La localidad con el nombre más pronunciable en castellano de Sri Lanka (no es broma, hay sitios que se llaman Polwathumodara, Tissamaharama o Medawachchiya) es también una de las más agradables del país, en la zona Central de Sri Lanka en las montañas, rodeada de cumbres, verdes valles y ríos, y con un ambiente fantástico, muy turístico pero no hay grandes hoteles si no que desperdigados varios kilómetros alrededor del pueblo hay decenas de alojamiento en plena naturaleza.
Si además te alojas como yo hice en una guesthouse familiar a dos kilómetros del pueblo, el relax es casi absoluto, aunque en Sri Lanka siempre te lo pueden estropear los ladridos de los perros de noche, así que unos buenos tapones de oídos son siempre recomendables.
Ella, escrito en el precioso idioma cingalés ඇල්ල significa literalmente cascada, y el nombre le viene claramente de las varias y famosas cascadas que hay en su entorno. Está a unos 200 km por carretera de Colombo y 271 en tren (lo sé porque las vías tienen puntos kilométricos también, y sus 1.000 metros de altitud era lo que necesitaba para recuperar energías. Es un lugar perfecto para visitar plantaciones de té, que suelen tener visitas guiadas.
La zona tiene una rica biodiversidad, con numerosas especies de flora y fauna que habitan en las colinas cubiertas de bosques nubosos y plantaciones de té, y alguna de esas colinas, como Ella`s Rock y el pico del pequeño Adán, merecen una caminata.
Mi guesthouse estaba a pocos metros del pico del pequeño Adán, así que todos los días me iba allí para ver el atardecer, y aunque es un lugar muy turístico casi todo el mundo se va en cuanto se pone el sol, y para mí ese es el momento más interesante para la fotografía, ya que los cielos van cambiando de color y ofrecen tonalidades preciosas.
También justo al atardecer empiezas a oír los cánticos de monjes budistas de algún monasterio que quizás esté a kilómetros de distancia, pero los valles sirven de caja de resonancia y trasmiten sus cantos a largas distancias.
Cuando ya oscurecía bajaba rápidamente los escalones y el sendero del pico del pequeño Adán y me iba a tomar algo al Ella Flower Garden, un hotel y restaurante que como su propio indica es un jardín de flores precioso con una terraza con las mejores vistas sobre el valle.
Allí conocí a gente muy interesante, como Mario, un mexicano que andaba en una búsqueda personal; había dejado su trabajo en la embajada mexicana en Londres después de 10 años, y ahora combinaba surf y yoga mientras encontraba su camino en el mundo.
También conocí a una pareja de española y jordano, que trabajaban en los campos de refugiados en Jordania, y él había aparecido en el programa de Jordi Évole sobre los refugiados sirios; su madre es española por lo que hablaba perfectamente el idioma.
Mis días en Ella pasaron volando, con actividades placenteras como ir a ver pasar los trenes por el puente de los nueve arcos, a tres kilómetros de la estación de tren de Ella, que ha recibido el premio como la más bonita y mejor mantenida del país, y después de haber visto unas cuantas puedo confirmar que es más que merecido.
La estación tiene cargadores para móviles, está llena de plantas y mapas informativos de las rutas de tren en Sri Lanka, e incluso acceso y baño de minusválidos, que de poco sirven porque luego los trenes no están acondicionados para el transporte de personas con movilidad reducida.
Ella es la penúltima estación, la 75, en la ruta Colombo-Badulla, y tomé un tren para hacer los últimos 20 kilómetros de la línea, en una hora de recorrido.
La razón es que esta línea tiene una curiosidad, y es que el tren, para salvar el desnivel, hace un loop o giro de 360º y pasa por un túnel por debajo de las vías que acaba de recorrer; realmente si no te lo dicen no te das cuenta, pero el revisor se aburría, me llevó a su vagón, y todo el tiempo me indicaba las cosas interesantes que ver, eso si, asomado a una puerta corredera inestable que podía provocar que en cualquier traqueteo, y en Sri Lanka son muchos, me despidiera del tren.
Badulla es una ciudad poco turística, es más bien comercial, pero me sorprendió que en muy poca distancia de separación pude ver un templo budista, otro hinduista, una mezquita y una iglesia católica, la de San Marcos, justo enfrente de una estatua budista gigante.
Quitando el problema con los tamiles, que llevó a Sri Lanka a una guerra civil durante muchos años, pero que era más político que religioso, en apariencia las distintas confesiones religiosas conviven sin problemas, eso sí, con una mayoría aplastante de budistas.
Haz clic para ver los álbumes de fotos de Sri Lanka en Flickr y los videos en Youtube.
¡Hasta Pronto!
Carlos, desde Mirissa, Sri Lanka, 25 de abril de 2016
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Ella, uno de mis sitios preferidos. Has ido al British social Club! Es auténtico! Vete a cenar!
Desde badulla hay tren o bus hacia mirissa? O hay que volver?