El Canal de Panamá. Sangre, sudor y lágrimas

Recién llegado a Ciudad de Panamá y con las vivencias de la navegación del canal muy frescas, os cuento algo de su historia. Abierto oficialmente el 15 de Agosto de 1914, es una de las obras cumbres de la ingeniería del s.XX, y sin duda la que se ha cobrado más víctimas, ya que más de 25.000 personas murieron durante su construcción, principalmente de fiebre amarilla y malaria. Para un canal de 80 km, supone una persona cada 3 metros, lo que es un récord bastante desgraciado.

La historia del canal merecería una web por si sola (probablemente la haya, libros hay unos cuantos), por lo que sólo os daré unos apuntes. La idea del canal llega tan lejos como hasta 1524, sólo 24 años después de que Rodrigo de Bastida navegara las aguas de Panamá por primera vez, y fue Carlos V quien encargó un estudio sobre su viabilidad. Entre 1850 y 1855 se construyó un ferrocarril que unía las 2 costas, pero la idea del canal seguía viva, y fue Ferdinand de Lesseps, un ingeniero francés, que hizo famoso el sombrero Panamá (para vuestra información se fabrica principalmente en Ecuador), quien obtuvo la concesión para construir un canal al nivel del mar, sin esclusas, lo que después de muchos años de obras se vio inviable y causó la quiebra de la compañía.

El intento de vender la concesión a los USA, desencadenó la independencia de Panamá de Colombia, a quién pertenecía como provincia, ya que los americanos, en un estilo de intervencionismo que sigue vigente hoy en día (véase la invasión de Panamá en 1989), financiaron, conspiraron y alentaron la declaración de independencia, que se consiguió en 1903. El intento de Colombia de enviar tropas para reincorporar a Panamá fue rechazado por el ejército norteamericano. La contrapartida inmediata fue la firma de un tratado que concedió la soberanía a perpetuidad a los USA de 8 km a ambas márgenes del canal, y el derecho a intervenir política o militarmente cuando lo consideraran necesario. La escisión de Panamá de Colombia supuso el fin del sueño de Simón Bolivar, que quería una Gran Colombia que englobara Panamá, Colombia, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Perú.

Décadas de fricción entre Panamá y los USA desembocaron en la firma de un nuevo tratado que devolvió el control del canal el 31/12/1999 a los panameños, 85 años después de su apertura.

Se tardó 10 años en construirlo, y las cifras que se manejan dan una idea de la desmesura del proyecto, ya que la tierra removida haría una muralla china de 4.000 km de longitud, 1.400 más que la real (aunque con unos cuantos años y mucha tecnología de diferencia); más de 15.000 barcos lo cruzan cada año durante 24h al día, y el peaje es en función del tonelaje neto: el más caro hasta ahora ha sido de $150.000 (unos 30m de pta), y el más barato, en 1928, de 36c (unas 70 pta), que le cobraron a Richard Halliburton en 1928 por cruzarlo a nado en una travesía de una semana (por si David Meca lee esto, ahora está prohibido, así que no puede hacer uno de sus numeritos).

El sistema se compone de 6 esclusas de más de 300 m de largo y unos 40 m de ancho cada una, que desde el Caribe primero te elevan 24 m en 3 etapas en las esclusas de Gatún, hasta el lago artificial que alimenta el canal, ya que todas las esclusas funcionan por gravedad, no se bombea el agua, y una vez navegado el lago, llegas a la esclusa de Pedro Miguel, que te desciende 8 m, y después de una corta navegación, a las 2 esclusas de Miraflores, que te descienden 16 más, para alcanzar las aguas del Oceáno Pacífico. La travesía dura entre 6 y 10 horas, y el sistema mueve 235 millones de litros de agua cada vez. El paso por la cortada Gaillard da idea de lo ingente de las obras, ya que literalmente se cortaron montañas.

Los barcos grandes son llevados por mulas (no, no son animales, aunque hayan conservado el nombre, son locomotoras diesel que valen $1M = 200M Pta), que sujetan sus amarras para mantener la estabilidad en las subidas y bajadas. Existe incluso un barco especial, el Panamax, que tiene el tamaño máximo que acepta el canal, y lleva más de 1000 containers, algo que nos «acongojaba» cuando pasaban a nuestro lado, porque si nos arrollaban seguro no sentirían nada en su casco.

El Søren Larsen, velero en el que realizaré el trayecto Curaçao-Panamá

Nuestra navegación por el canal fue bastante más accidentada de lo esperado, ya que el Soren Larsen lo ha cruzado varias veces, pero en esta ocasión el infortunio se cebó en nosotros. Ya en la aproximación a Colón, tuvimos que cambiar repentinamente el rumbo por la cercanía de varios barcos grandes, ya que Colón es el embudo donde convergen todos los barcos a la espera de la autorización para cruzar, y os garantizo que un cambio de rumbo drástico en un barco de 2 mástiles y 12 velas, con vientos de fuerza 5, no es nada fácil, se necesitaron las manos de las 28 personas que estábamos en el barco, mientras las olas barrían la cubierta, lo que la hacía muy resbaladiza, y en un balanceo del barco salí volando, por suerte se interponían en el camino al agua una tronera de ventilación y la chimenea de gases, que me detuvieron con el saldo de un hermoso chichón en mi cabeza y un fuerte hematoma en una rodilla (que unidos a la conjuntivitis me ha tenido un poco tocado estos días, pero en Panamá Ciudad ya estoy en plena forma).

El Søren Larsen, mi hogar durante 10 días

El Søren Larsen, mi hogar durante 10 días

El 31 de Enero, más o menos a la hora prevista (nos habían dicho a las 5 a.m. y llegaron a las 7 a.m, lo que nos permitió ver un amanecer precioso) llegó el piloto local; el canal de Panamé es el único del mundo donde hasta los capitanes de barcos de guerra tienen que ceder el mando a los pilotos locales, se supone que por la dificultad de cruzarlo, pero mi experiencia a posteriori me dice que peor no podía haber sido. La primera esclusa la pasamos sin dificultad, entregamos los cabos a los 4 operarios que en cada extremo nos sujetaban a las estachas, pero en la segunda esclusa entramos muy rápidos, y el resultado fue que tocamos el muro con el mástil de proa, por suerte pudimos corregir el rumbo a base de brazo, y sólo lo rozó; una rotura del mástil de proa hubiera sido un desastre para el Soren Larsen.

El resto de la navegación fue muy tranquila, pero cuando creíamos que todo estaba controlado, en la última esclusa de Miraflores, el barco viró de repente y se dirigía a toda velocidad por estribor hacia el muro, no pudimos hacer nada porque los operarios no habían asegurado todavía los cabos, sólo pudimos sujetarnos y esperar; el impacto fue fuerte pero las cadenas que llevamos en la proa resistieron bien, y el barco quedó prácticamente transversal en la esclusa, menudo espectáculo estábamos dando, porque lo tuvimos que enderezar a base de fuerza tensando y soltando al mismo tiempo los 4 cabos. Luego le pregunté a Edgard, el piloto panameño, qué había pasado, y me dijo que en esa esclusa hay mucha corriente, que los operarios debían haber asegurado los cabos antes para que nosotros pudiéramos haber corregido cualquier cambio.

Hay rumores de que el canal no funciona igual de bien desde que lo cedieron los americanos, yo no puedo opinar porque no lo había cruzado antes, pero la experiencia no ha sido muy positiva; cuando logramos enderezar el barco, cruzar la esclusa, entrar en el Pacúƒico y gritar 3 Hip Hip Hurra, no sabíamos que todavía no habían acabado los incidentes.

Teníamos previsto anclar en el club de yates de Balboa, justo después de cruzar bajo el puente de las Américas, que lleva la carretera Interamericana hacia Sudamérica, pero estaba lleno de veleros pequeños, los bordeamos para separarnos del canal de tránsito, y entonces el capitán me llamó porque no se podía entender por radio con el club de yates, ya que no hablaban inglés; el resultado es que cuando yo llegué ya era demasiado tarde, donde estábamos había un banco de arena, y encallamos, por suerte muy suavemente; para poder salir, lo único que tuvimos que hacer fue ir toda la tripulación a proa (parece que hemos comido demasiado estos días), y poner reversa en el motor.

Finalmente, después de 2 horas de maniobras, pudimos anclar en un espacio muy justo, que nos ponía justo al borde del canal; creo que a más de uno le hizo dormir en cubierta con un ojo abierto y el salvavidas cerca, por si un Panamax se desviaba un poco de la ruta.

La última noche fue de fiesta de disfraces, con el lema Trans-it (tránsito), yo lo tuve muy fácil, me disfracé de Trans-lator (traductor), otro de Trans-silvania (vampiro), y por supuesto varios de Trans-sexual y Trans-formistas, muy divertido. Esta mañana ha sido más triste, un adiós para los que nos íbamos con un poco de envidia, porque los que se quedan van hacia Galápagos e Isla de Pascua.

Que tengan un buen viaje y que los vientos les sean favorables.

¡¡¡ Hasta Pronto !!!

Desde Ciudad de Panamá, 01/02/2001

Panamá