El puente medieval sobre el río Lambre.

Decía en el primer diario del Camino Inglés que cualquier lugar era bueno para pintar la flecha amarilla, y concretamente mencionaba una en un árbol que apuntaba al cielo, y comentaba que «desde el Camino al Cielo». Ha sido todo lo contrario, a medida que me iba acercando a Santiago, parecía que me acercaba al infierno, ya que la temperatura alcanzó los 41,4° en Sigüeiro el Domingo 14 de setiembre.


El río Lambre, un oasis de paz

El último tramo lo he hecho en 3 etapas en vez de 2, y debí hacerlo en 4, ya que la última, de Bruma a Santiago, han sido 48 km. que están pasando factura al cuerpo en forma de deshidratación y pies destrozados.

La parte más fácil (10 km.) y agradable fue entre Miño y Betanzos, el Camino va cerca de la costa, pasa por la estación de ferrocarril de Miño y baja hasta Ponte do Porco para luego subir por la margen derecha del río Lambre, hasta el puente medieval del mismo nombre, que se cruza para llegar a la iglesia de San Pantaleón das Viñas en Montecelo, y comienza una fuerte subida hasta Chantada, que nos lleva hasta el lugar de Souto, donde tenemos una vista panorámica excelente de la ría de Betanzos, una de las partes más bonitas del recorrido por el Camino Inglés.


A ponte vella de Betanzos

A partir de ahí, casi todo es cuesta abajo hasta Betanzos, donde cruzamos el Ponte Vello o Puente Viejo y entramos en la ciudad por la puerta del mismo nombre. Este verano escribí un diario sobre la feria medieval de Betanzos y su importancia histórica como séptima capital de Galicia. Hay que tomarse un tiempo para visitar la ciudad, ya que atesora tesoros arquitectónicos de gran valor, como el conjunto de la iglesia de San Francisco, del s. XIV qe alberga el sepulcro de Pérez de Andrade, posado sobre 2 jabalíes de piedra, y la iglesia de Santa María de Azougue.


La iglesia abandonada de San Paio

También destaca la iglesia de Santo Domingo, el edificio del concello, el Archivo Histórico de Galicia, y la Biblioteca Municipal. Salimos de Betanzos por la calle de O Rollo, cruzamos el puente viejo de As Cascas (no confundir con el nuevo), y comenzamos una subida hasta el lugar de Coto para llegar al municipio de Abegondo.

El camino alterna aquí por tramos de carretera, pistas forestales y sendas de bosque, pasando por pequeñas aldeas que casi siempre tienen una iglesia con su correspondiente cruceiro, algunas de ellas abandonadas, como la de San Paio.

Finalmente llegamos a Bruma después de haber caminado 25 km desde Betanzos, aquí se unen los 2 ramales del camino inglés desde Ferrol y La Coruña, y «sólo» quedan 48 km. a Santiago.


El puente medieval de Sigüeiro sobre el Tambre

El albergue de Bruma está cerrado, la única opción de alojamiento es, si uno está cansado, un hostal en Mesón del Viento, a 2 km., o continuar hasta Ordenes, a 14 km., donde el ayuntamiento dejar dormir en el polideportivo a los peregrinos. De aquí hay 16 km. hasta Sigüeiro, que se hacen interminables en su último tramo, ya que la concentración parcelaria se ha llevado por delante el Camino, y no se les ha ocurrido nada mejor que usar una pista de tierra paralela a la autopista y sin apenas sombra durante 5 km, que consiguen que la vista de Sigüeiro nos de casi tanta alegría como la de las torres de la Catedral.


El monumento al peregrino a la entrada de Santiago

Desde Sigüeiro, una vez cruzamos el puente medieval sobre el río Tambre, el Camino es casi urbano, hemos entrado en el término municipal de Santiago, y pasamos por el polígono industrial del Tambre. Entramos en Santiago dejando a la izquierda San Caetano, el edificio de la Xunta, y el monumento al peregrino, que con sus brazos abiertos parece decir, «¡¡Por fin!!». Bajamos la calle Loureiros hasta la Porta de Pena, una de las antiguas puertas de la ciudad amurallada hasta el s. XIX. La iglesia monasterio de San Martiño Pinario nos da una idea de la monumentalidad de Santiago.


Con la Compostela en la Quintana

Llegamos a la catedral por la fachada Norte, hacemos la visita al apóstol, incluido el abrazo y la cripta con sus restos, y los rituales de los croques y la mano sobre la piedra gastada de la columna, para finalmente quedarnos en silencio intentando entender qué fuerza ha llevado durante más de 1.000 años a millones de personas a realizar esta peregrinación; luego me dirijo a la oficina del peregrino a conseguir mi Compostela, el documento escrito en Latín, Carolus me llamo, que certifica que he caminado a Santiago al menos 100 km.


Efectos especiales en San Martiño Pinario

Un resumen de los 7 días caminados, en los cuales sólo me encontré 3 peregrinos por el Camino Inglés, me lleva a pensar que hay unas cuantas cosas manifiestamente mejorables si queremos que en el próximo año Santo el Camino Inglés sea una alternativa al Francés; la primera es la cobertura de albergues; sólo 3, uno de ellos cerrado, en una ruta de 160 km. es muy poco, harían falta albergues adicionales en Pontedeume, Betanzos, Ordenes, Sigüeiro y Carral en el tramo de Coruña, para evitar que las etapas sean superiores a 20 km. También es importante la reseñalización perdida de varios tramos del Camino, y la búsqueda de alternativas para no pasar por polígonos industriales o paralelo a autopistas.

En la parte positiva, los albergues de Miño y Neda, los tramos del Camino que respetan el antiguo camino real, los recorridos marinos y ribereños, además de una extraordinaria arquitectura religiosa y civil, de la que destaco Pontedeume y Betanzos.

Anécdotas peregrinas hay pocas en este Camino, ya que como os mencioné, sólo encontré a 3, uno de ellos llevaba caminando con muletas 4 meses por Galicia para pedirle al Apóstol que le ayudara a operarse las piernas, y los otros 2 se llamaban Carlos, así que el 75% de los peregrinos de ese día tenían el mismo nombre.


La catedral «enmarcada» desde Obradoiro

En un bar de San Paio, donde había parado para comer una buena tortilla de patatas y escapar del sol de mediodía, vi que el dueño, que estaba viendo la TVG, miraba para la tele y alternativamente para mí, hasta que me percaté de que estaban poniendo el reportaje que me habían hecho el lunes 8 de setiembre en la salida de la iglesia de Santiago en La Coruña, sólo habían pasado 6 días pero me pareció que había sido un siglo atrás, tantas son las vivencias y experiencias en el Camino.

Nietszche escribió que «los mejores pensamientos son los pensamientos caminados», y estoy totalmente de acuerdo con él.

Sobre el paisanaje, me ha pasado de todo, desde una anciana que se atrincheró en su casa al verme ir a preguntar por donde iba el Camino en un lugar que se perdía, hasta un señor que me quiso llenar la mochila de manzanas y peras, y yo insistiendo que sólo me llevaría lo que fuera a comer ese día, que un kilo de más en la mochila de un peregrino es como una condena a trabajos forzados.

Del paisaje, constatar que el eucalipto se ha convertido en el amo de los bosques gallegos, aunque quedan reductos de bosques de pinos, carballos (robles) y castaños, que por el verano loco que hemos tenido, dejaban caer ya las castañas sobre tu cabeza un mes antes de lo habitual.


El kitch gallego en su máxima expresión

De las costumbres gallegas, comprobar que el reciclaje sigue formando parte de nuestra cultura aunque ahora la situación económica no nos obligue a ello, y es que los metálicos de cama son unas estupendas puertas de fincas, las bañeras unos abrevaderos muy prácticos, las cañerías de agua un soporte perfecto para parras, los buzos blancos que usaron para el Prestige un espantapájaros muy efectivo, y hasta un viejo Seat 600 es un depósito de leña seco y seguro. Algunas manifestaciones artísticas del Camino me dejaron con los pelos de punta por su elaborado estilo kitch.

2 días de reposo en La Coruña dejarán el cuerpo, porque a la moral no le hace falta, en perfecto estado para el próximo Camino a hacer, el del Norte, desde Ribadeo a Santiago, espero que Pedro Botero cierre la puerta del infierno y que refresque un poco el ambiente.

¡¡Ultreia a Todos!!

Carlos
La Coruña
15 de Setiembre de 2003

 


Panorámica de Abegondo